Martes 16 de Octubre de 2007 Edicion impresa pag. 20 y 21 > Opinion
Mosconi y el despegue de YPF

La Primera Guerra Mundial puso en evidencia el riesgo de la dependencia tecnológica. Las potencias en pugna reconvirtieron hasta las fábricas de cacerolas para fabricar armas. En Argentina faltaron los productos importados, en especial el carbón de Gales (las locomotoras quemaron maíz), los neumáticos y la nafta para el creciente parque automotor. Como Alemania no pudo obtener el guano chileno y sus compuestos nitrogenados se usaron para hacer explosivos, no se abonaron los campos y todos pasaron hambre. La escuela militar prusiana, en la que se formó la mayoría de los oficiales superiores argentinos, fijó entonces el principio de que la guerra no la hacían los ejércitos sino la nación. Para ello debía ser autosuficiente en todos los recursos estratégicos: alimentos, armamentos, transporte, comunicaciones, materias primas, industria (en especial la pesada) y, sobre todo, petróleo. Esta filosofía impulsó la política de nacionalización petrolera iniciada en la presidencia de Alvear que perduró, con breves intermedios, hasta la extranjerización de YPF por Carlos Menem.

Mosconi sentó las bases del desarrollo autónomo de la industria petrolera estatal. Con el apoyo incondicional de Alvear convirtió YPF en un eficiente organismo técnico que generaba y reinvertía sus propios recursos (siempre insuficientes), aislado de las presiones recaudadoras y clientelísticas de los ministerios políticos. Como las mayores ganancias se obtenían de la destilación y comercialización, fijó como meta la integración vertical de actividades: extracción, almacenamiento y transporte del crudo; obtención de gas y destilación de combustibles líquidos; expendio de com- bustibles en todo el territorio nacional. Construyó viviendas y proveyó a los campamentos de agua y electricidad, instaló talleres y depósitos de crudo, construyó muelles en Comodoro Rivadavia y adquirió buques tanque. En 1925 inauguró la destilería de Berisso entonces la décima del mundo en capacidad, cuya producción de nafta igualó la suma de las de todas las privadas del país, además del querosén, combustible para tractores (agricol) y (por primera vez en Argentina) gasoil motores diésel.

YPF inició en 1922 la red de depósitos y surtidores de nafta que abarcaría todo el territorio nacional. El servicio, hasta entonces concentrado en Capital Federal, era insistentemente demandado por el febrilmente creciente parque automotor de la época (entonces séptimo del mundo y el mayor de América Latina). El servicio de transporte carretero haría creciente competencia a los ferrocarriles británicos. La fabricación nacional de las bombas de esos surtidores, por ejemplo, dio impulso a la que luego sería la mayor fábrica de electrodomésticos del país, Siam. Durante la administración de Mosconi, mayoritariamente con recursos propios, YPF quintuplicó sus pozos y duplicó su producción de crudo. Forzó la baja del precio de los combustibles y estimuló por competencia la producción privada, que se multiplicó por veinte en el lapso 1922-1930. En 1922 el país producía solamente el 12% de la nafta que consumía, de los que un 0,6% era de YPF. En 1930 la producción nacional aportaba el 65%, de los que el 19% era de YPF.

La construcción de la destilería de Berisso y la red de surtidores nacionales, así como la baja del precio de los combustibles, cayeron como una bomba entre las consternadas empresas petroleras extranjeras que vieron gravemente amenazada su lucrativa fuente de ingresos. Atacaron entonces el flanco más débil de la política petrolera de Alvear: las explotaciones provinciales.

La base principal de operaciones de YPF eran los yacimientos de Comodoro Rivadavia y Plaza Huincul, ambos en territorios nacionales. Cuando YPF trató de extender sus actividades a los que prometían ser ricos yacimientos en Orán y Tartagal (Salta), el gobierno provincial no acató los decretos nacionales de reserva y los concesionó a empresas privadas. El argumento esgrimido de la histórica explotación del interior por el gobierno nacional era rigurosamente cierto, pero la atomización de políticas petroleras sólo favoreció los intereses de empresas extranjeras mucho más poderosas que cualquier provincia. El cisma entre Yrigoyen y Alvear y la elección nacional de 1928 complicaron aún más las cosas. Yrigoyen, cuyo nacionalismo e industrialismo fueron mas bien retóricos, usó como eslogan de campaña la estatización de los yacimientos petrolíferos. Mosconi y el destacado economista Alejandro Bunge eran, en cambio, partidarios de restringir la explotación a los capitales nacionales, privados y estatales, señalando que de existir los recursos para las expropiaciones era mejor usarlos para ampliar la capacidad de YPF. El resultado fue que en el Congreso no se lograron los acuerdos necesarios para viabilizar una reforma del Código de Minería que promoviera la exploración y producción nacional de crudo y sus destilados.

El golpe militar del 6 de setiembre de 1930, una de cuyas primeras medidas fue el despido de Mosconi, puso fin a una discusión que se retomaría luego en ámbitos menos democráticos, más secretos y corruptos.

Durante su gestión Mosconi corrigió graves abusos de la administración previa de YPF, como los malos tratos y la obligación de enrolarse en la Liga Patriótica Argentina, pero consideraba a los trabajadores petrolíferos como "soldados civiles" a quienes había que inculcar "los principios de la moralidad cristiana y del culto de los héroes". Luego de una huelga a la que dio fin con la ley marcial, Mosconi prohibió la agremiación y la circulación de periódicos anarquistas y gremiales. No impulsó suficientemente la exploración, problema que se repite hoy. En cambio, capacitó a argentinos de las provincias más pobres para darles los puestos de trabajo especializados que hasta entonces habían estado casi exclusivamente reservados a europeos y estadounidenses. Usó el poder de compra de YPF para promover la industria nacional. Favoreció el transporte automotor en todos los rincones del país gracias a los surtidores instalados en lugares no rentables para las empresas privadas y a la forzada baja de precios de los combustibles (que durante los 30 años siguientes fueron de los más bajos del mundo). En sus escasos 8 años de gestión, sentó las pautas que todavía hoy son modelo para los principales países productores de petróleo del Tercer Mundo pero que han sido totalmente abandonadas en Argentina, donde pocos saben de su descollante honestidad, capacidad técnica y organizativa.

CARLOS SOLIVÉREZ (*)

Especial para "Río Negro"

(*) Doctor en Física y diplomado en Ciencias Sociales.

E-mail: csoliverez@gmail.com

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