NEUQUÉN (AN).- La escritura de "Cuentos pendientes" partió de la recopilación de microrrelatos escritos a lo largo de veinte años, narraciones que revelan la mirada, el sentir, el mundo interior de su autor sobre hechos que van desde las minuciosidades de la vida cotidiana hasta los grandes temas de la vida como la fe, el amor, la muerte o la posibilidad de la supervivencia de esta civilización.
El libro de Eduardo Gotthelf invita al lector activo a resignificar los textos definidos por la instantaneidad, esa es su riqueza.
Los relatos rescatan con cierto ingenio, y hasta con ironía, esos pequeños espacios en que los hombres y las mujeres pueden respirar, hacer bromas, soñar, recordar los primeros amoríos y hasta reflexionar sobre la degradación del medio ambiente. Esos lugares se ofrecen al lector como disparadores de subjetividades. No son pequeñas porciones de algo, son elementos concentrados de ese algo que aparece nutrido de un golpes de efecto contundente, vertiginoso, que obliga su relectura.
"No sé si me estoy escondiendo pudorosamente detrás de esos textos o si atrás de ellos me estoy exhibiendo de forma casi obscena", confesó Gotthelf, obra en mano, con apenas una semana desde su presentación en sociedad. El libro que lleva en su tapa una fotografía de Rubén Del Punta fue editado por la firma local Ruedamares y es el primero de la serie "Colección microficciones".
"Cuentos pendientes" se compone de más de setenta narraciones cortas escritas con una prosa fácil de leer, concentrada casi exclusivamente en la ocurrencia del golpe final. No está mal que el autor haya querido fascinar con eso. Para él, escribir microficción es un ejercicio que le permite reconocer las palabras sobrantes en una historia, o decir "mucho más con menos".
Fiel a su estilo, Gotthelf comienza el libro con un texto titulado ADN. "Escribir minificción es dar vida a un ser completo, a partir de un solo hueso. Arte de las primeras escrituras, la mujer fue creada así", se lee. Con el mismo espíritu, las palabras finales expresan un "Diálogo con la muerte" situado en diferentes instancias y edades de la vida. He aquí una porción de la charla con la muerte en la juventud:
"Hola dijo la muerte.
Estoy alucinando todo mal. Voy a dejar esta porquería"
Hola dijo la muerte.
Medio en pedo, haciéndome el gracioso, le hice una reverencia burlona. La bala pasó a cinco centímetros de mi cabeza".
Como en este caso, el mundo del autor se expresa en la narrativa que cabe en una página. Frases con carácter proteico que escribe algunas veces en primera persona, exponiéndose a sí mismo, pero también lo hace a través de otras voces, otros narradores.
¿Por qué escribir? le preguntó esta cronista a Gotthelf. "Es como una forma de prórroga contra el olvido, una especie de pulseada o una forma de trascender. Son esas cosas que van a estar cuando uno ya no está", respondió el autor.
Ingeniero en petróleo de profesión, Eduardo Gotthelf (62) comenzó a escribir cuando era un adolescente. De grande, instalado en Neuquén desde 1974, participó en talleres de escritura con Cristina Ramos y se volcó de lleno al microrrelato. Entre sus publicaciones está "El sueño robado y otros sueños" (1995) y participó, además, en la antología "Letras de ensayo" (1992) y "20 de animales" (1998) de editorial Sudamericana. Algunos de sus cuentos fueron publicados en la revista Aleph, el diario "Los Andes" de Mendoza y Crónica de Comodoro Rivadavia.
Según expresó, sus momentos de inspiración son siempre robados de otras situaciones de la vida de todos los días. "No escribo de forma sistemática, escribo en los aviones, los aeropuertos, en esas largas esperas", contó. Sin duda, esos "no lugares" concepto utilizado por Marc Augé son aliados en el proceso creativo. Allí nace el núcleo, la esencia del relato que, posteriormente, con pocas palabras se expande hasta dar el impacto final.