Sábado 06 de Octubre de 2007 Edicion impresa pag. 52 > Cultura y Espectaculos
Una vuelta al mundo de los escenarios en veinte días

El sexto Festival Internacional de Buenos Aires que organizó el Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires ya es recuerdo y sobre todo aprendizaje para los más de cien mil espectadores que colmaron las salas. Durante veinte días, Buenos Aires volvió a convertirse en uno de los escenarios más importantes de Latinoamérica, con lo más destacado de la escena teatral nacional e extranjera.

El primer contacto con una obra del espacio internacional, se dio con "Ensaio.Hamlet" que la Cía. dos Atores de Río de Janeiro, puso en la sala Villa Villa del Centro Cultural Recoleta.

El comienzo de fiesta llegó al Teatro General San Martín con la compañía polaca TR Warszawa dirigida por Krzysztof Warlikowski. "The Dybbuk", discurrió sobre las eternas dudas del humano sobre el limitado tiempo que vivimos y su continuidad más allá de nosotros mismos.

Días después, el teatro Presidente Alvear se llenó para ver a la Compañía Pippo Delbono. "Il silenzio", basada en recuerdos del terremoto que destruyó en doce segundos la ciudad de Gibellina,

Sicilia, el 4 de enero del 68, habita ese inconmensurable momento tras la devastación, que aúna silencios de vida y muerte. Silencio de sordos, de la cotidiana abundancia de palabras, de piedras y miradas... En el cementerio de niños de Buckenwald, Alemania, un texto reza "Mientras estés aquí, haz silencio. Cuando estés afuera, no te quedes en silencio". De él también habló, con hombres y mujeres del pueblo siciliano que reconstruyeron fragmentos vitales, apareciendo extraños y fugaces, para divertir, enamorar, emocionar desde lo simple.

El sexto FIBA tuvo una manifestación portentosa en "Les Éphémères" -Los efímeros- episodios soñados, invocados, evocados, improvisados y puestos por el Théâtre du Soleil -en su primera visita a América Latina- dirigidos por Ariane Mnouchkine. Quizás alcance para definirla, que los espectadores la ovacionaron y aplaudieron de pie, durante más de diez minutos. Ocho horas, sí ocho, de espectáculo. Una maravilla de sincronización, ingenio y respeto en todas las direcciones.

Cuarenta y cinco personas en escena y cincuenta y cinco asistiéndolas; el Centro de Exposiciones de Figueroa Alcorta íntegramente ocupado por la recepción, un comedor con platos franceses; camarines a la vista; utilería, mesas, vajilla, cocinas, escenografía, telones. Finalmente, el gigantesco cubo con dos graderías enfrentadas y una calle central donde pasaban las historias."El teatro es juego" escribió Mnouchkine. Y apuntó también que "Les Éphémères" es la "celebración de las cosas simples de la vida" que ocurre al advertir lo efímero de la existencia. Fue eso y una provocación virtuosa de emociones, una oportunidad única de ver pasar la vida toda, sólo en ocho horas. Poco tiempo para tanta belleza.

En el siglo XVIII, las voces de niños castrados eran lo más de la lírica. "De monstruos y prodigios" da cuenta del desarrollo, plenitud y decadencia de su historia. Actores mexicanos de la compañía Ciertos Habitantes mostraron indiscretamente, la vida de los castrati con una comedia de enredos con corridas, entradas y salidas equívocas, humor a veces forzado y hasta burdo.

La fiesta del teatro terminó con "Kagemi", realizada por el ballet dirigido por Ushio Amagatsu. El espectáculo, que fue desde el grotesco original de la danza Butoh, a las cenizas de las bombas atómicas lanzadas en Nagasaki e Hiroshima- comenzó con Amagatsu ubicado en medio de un círculo de arena negra del que se alejó dejando sus huellas sobre un gran cuadrado blanco, en cuyo piso se mecían inmaculadas flores blancas de loto. En un marco minimalista, "Kagemi" indagó sobre las transformaciones, mientras dos tiempos transcurrían, se entrecruzaban. El nuestro, veloz, fugaz y el de la vida que nos precede y trasciende sin prisa...

 

EDUARO ROUILLET

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