JUAN MOCCIARO

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"No perdimos por culpa de un error nuestro, sino por un golazo del referí...", bramó el volante de Argentinos, Néstor Ortigoza, sobre el penal cobrado por Saúl Laverni a favor de San Lorenzo.

"No quiero hablar de los árbitros, pero lamentablemente nos volvieron a perjudicar...", disparó Gustavo Costas, entrenador de Racing, tras la actuación de Gabriel Favale en el partido entre la "Academia" y Lanús.

"¡Este es un loquito... un loquito...", le gritó a Hernán Castellano, arquero suplente de Rosario Central, a un cronista de la tevé, en referencia a Pablo Lunati, referí del juego entre el "Canaya" y River.

Otra vez los árbitros. Antes, Maglio, Pezzotta y Beligoy, ahora, Laverni, Favale y Lunati (¡cuándo no!). Con las fechas cambian los nombres de turno, pero siempre se trata de ellos, de los árbitros. De ellos se quejan todos. Los perjudicados y lo que no lo fueron.

Lo verdaderamente grave del asunto es que se trata de un problema sin solución, porque nada hará que los actuales árbitros de Primera sean lo que no fueron nunca: buenos jueces.

¿De que sirve que sean "parados" a la fecha siguiente? ¿Qué se supone que ocurrirá con ellos durante ese tiempo? ¿Van a repasar el reglamento...? Laverni, Lunati y todos los demás se van aseguir equivocando porque son malos árbitros. No son corruptos ni partícipes de conspiraciones para perjudicar a tal o cual equipo. Son malos.

El punto es que un mal árbitro, no sólo aplica mal el reglamento, sino que también es débil, influenciable y permeable a situaciones complejas, como Laverni, cuando fue maltratado por los jugadores de San lorenzo, tras la expulsión de Silvera. En el segundo tiempo, cobró un penal que no existió y dio vuelta el partido. Claro, antes había cobrado mal un penal a favor de Argentinos...