Si hubiese que encontrar un hecho que demostrara la prematura imprudencia del electo jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, elegiría una reciente manifestación en la que afirma que erradicará la Villa 31 de Retiro. Y es imprudente, porque nunca en la Argentina se ha registrado la relocalización de una comunidad de 30.000 personas como las que viven en dicha villa. Esa obra requiere una ingeniería social cuya complejidad no tuvo en cuenta el entonces candidato, ni ofreció el fundamento de su factibilidad, por lo que el anuncio queda reducido a una manifestación voluntarista, lejos, por ahora, de la posibilidad de llevarse acabo.
Probablemente Mauricio Macri, por razones fáciles de suponer, termine consolidándose como un personaje político de relevancia en un tiempo más próximo que lejano. Pero en todo caso su previsible presencia en el escenario público me da pie a reflexionar acerca de la diferencia que media entre un empresario puesto a político y un político de profesión o vocacional.
Macri no es un político aunque hace política. Diferencia no menor. Y afirmo esto porque se ve de lejos que sus intenciones son como los propósitos de las empresas que maneja: ricos en tácticas, pobres en estrategias. Lo que traducido al lenguaje político equivale a decir: ricos en cuestiones de coyuntura y pobres en políticas a largo plazo. Se enfrentarían así por un lado lo sectario, vertiente de su poderosa clase de pertenencia, versus los intereses del colectivo social.
Hay, a mi modo de ver, además otras características que separan a Macri de un político de profesión, especie esta última de las que aún quedan algunos sobrevivientes y a la que nos referimos de manera genérica.
Entiendo por político de profesión o vocacional al que vive por y para la política, que pertenece a un marco ideológico conocido y cuya tarea consiste en demostrarle a la ciudadanía que su modelo es el mejor de todos los expuestos.
Un político vocacional, hablando en sentido figurado, trabaja la arcilla buscando una forma inteligible. Un empresario puesto a político es el que encarga la escultura y después la inaugura como si fuese propia, por el solo hecho de haberla comprado.
Un político es una persona que tiende a profundizar el conocimiento para comprender la trama compleja de los fenómenos, mientras que un empresario tiende al pragmatismo y califica de dilatorio el tiempo de estudio y consulta.
Uno despliega su gestión, o debería hacerlo, tendiendo a vincular, asociar e integrar. El empresario político querrá en cambio afirmarse en lo competitivo y el mérito no será el esfuerzo sino el éxito obtenido a cualquier precio.
El político construye porque comprende, el empresario puesto a político ignora deliberadamente la diferencia que hay entre comprensión de un fenómeno y los beneficios que espera sacar de la situación.
Macri tiene dinero y suficiente influencia personal como para dejar de lado los avatares siempre hostiles de la política. Pero tener el poder económico a algunos no les alcanza. Suelen ser tentados entonces por el poder político, en especial porque suponen que éste tiene como premio mayor la gloria, que el dinero es incapaz de comprar.
Por lo demás los agravios que puedan recogerse a lo largo de ese arduo camino no lo rozarán, porque él está tan alto, es tan indestructible su poder que no es tocado por la repulsa pública. No son hombres que vivan de los valores. Son personas que, más vale, viven del reconocimiento del suceso que les acerca su propio círculo, donde pueden potenciar sus influencias y por tanto los beneficios eventuales de esa notoriedad. Y ni mencionar la proximidad con los negocios que les ofrece la política al gestionar desde el Estado los dos lados del mostrador, como vulgarmente se dice.
La pata política del poder tiene para los empresarios puestos a políticos facilidad de acceso, pues cuentan con recursos de sobra para que lo mediático los instale en la consideración pública.
Hay que reconocer, no obstante, que también suelen ser mandaderos de los grupos que los auspician, incentivando algún carácter carismático que naturalmente le ven en su calidad de candidato. En este caso la causa a defender serán los intereses comunes que representen.
Pero siempre serán, con relación a esos sponsors, cuñas del mismo palo.
Se le ha ponderado a Macri su habilidad para no decir lo que piensa y neutralizar las críticas aduciendo que criticar configura una actitud violenta. Sin embargo un político profesional o vocacional, tal como intentamos definirlo en estas líneas, que sostenga ideas de derecha, las pregona, las encarna y las asume y se somete a la confrontación de las suyas con los que no piensan como él. También en eso Macri se diferencia del político vocacional.
OSVALDO PELLIN (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Ex diputado nacional del MPN 1985-1989 y 1993-1997, ex convencional constituyente de Neuquén por Encuentro Amplio de Neuquén.