La vicegobernadora electa, Ana Pechen, admitió esta semana que en las elecciones presidenciales de octubre algunos votarán por Jorge Sobisch y otros no lo harán.
Lo dicho por la ex rectora de la Universidad Nacional del Comahue no es ninguna revelación, pero su declaración tiene el valor de quien lo dice: el mensaje llega de una voz con peso de un gobierno que asumirá en breve y que intenta hacer equilibrio con un sobischismo que, siguiendo su tradición, tiene dificultades para aceptar disensos.
El Movimiento Popular Neuquino (MPN) se encuentra en estado deliberativo a partir de la decisión final del gobernador de continuar adelante con su proyecto nacional, una empresa ambiciosa en la que, a medida que avanza la campaña, se mantiene a fuerza de quemar billetes con velocidad astronómica sin dar demasiadas explicaciones sobre el origen de los fondos que alimentan costosas propagandas televisivas.
Los sobischistas más puros no digieren las posiciones asumidas por dirigentes como Guillermo Pereyra, el secretario general del gremio de los petroleros, que ya plantearon públicamente su adhesión a la candidatura presidencial de Cristina Fernández de Kirchner.
Pereyra es un hombre que no suelta la silla del sindicato desde principios de la década del '80. A la actividad política se subió de la mano de Felipe Sapag en 1995, cuando fue elegido diputado provincial. Pero a su antiguo jefe lo abandonó cuatro años después y mudó hacia el sobischismo, al que también luego dejó, aplicando técnicas de pragmatismo político. Ahora el sindicalista está en línea con Kirchner y también pretende conducir la federación de su sector gremial, incluida la atractiva caja de la obra social.
Fuentes del oficialismo afirman que en Rincón de los Sauces, donde se llevó a cabo la última elección municipal junto con la ciudad de Plottier, el MPN perdió porque el candidato respondía a Pereyra. Según la teoría conspirativa en vigencia, Sobisch demostró, prestándole votos al candidato triunfador, un representante de una de las vertientes del kirchnerismo, que todavía puede provocar daño y tomar venganza frente a las "traiciones".
Justamente la palabra "traidor" fue la que utilizó Sobisch para atacar a quienes critican su liderazgo y no lo acompañan en su candidatura presidencial. En la lista de sus críticos figuran Pereyra y la intendenta electa de San Martín de los Andes, Luz Sapag.
La mujer del sur de la provincia es la dirigente de la familia Sapag que ejercita desde hace tiempo un estilo frontal cuando sale a discutir. Habla con claridad a la hora de marcar desacuerdos con el sobischismo y así se diferencia de su hermano, el gobernador electo Jorge Sapag, que transita por la política alejado de los escenarios de confrontación, en especial cuando tiene que abordar cuestiones que rozan a su otrora aliado político.
Las contradicciones que envuelven al MPN tienen un ingrediente adicional: mientras Sobisch castiga cada movimiento del gobierno de Kirchner para intentar sumar puntos en las encuestas, sus sucesores en el gobierno insisten en marcar que, en el futuro, la relación con Nación será diferente.
El programa del próximo gobierno consiste en no romper más puentes con el gobierno central, como lo hizo Sobisch aun cuando todavía no estaba oficializada su candidatura a presidente, sino en construirlos para obtener ventajas.
El planteo de las nuevas estrategias que se piensa en aplicar ya tiene adherentes en la actual gestión y se observa en pequeños detalles de la transición. Por ejemplo, no todos los ministros están consustanciados con el proyecto presidencial de Sobisch y, en rigor, varios funcionarios de jerarquía no están asumiendo roles de peso en la campaña.
Cita frente al río
El jueves último hubo un encuentro para organizar la campaña presidencial en la Residencia de la Costa, la casa oficial del gobernador, una cita objetable por tratarse de un edificio público y no un comité de campaña.
En ese encuentro Sobisch estuvo reunido con varios referentes de su sector, entre ellos, el diputado Oscar Gutiérrez, la dirigente de la seccional Primera Gloria Sifuentes y otros funcionarios.
"Todavía no sé", respondió esta semana una fuente del sobischismo cuando se la consultó sobre el nivel de participación de los ministros en la campaña presidencial del gobernador neuquino.
La incertidumbre que encierra esta respuesta tiene origen en que varios funcionarios de alto rango ya están en retirada o buscando la forma de quedar en algún lugar de la nueva estructura del próximo gobierno. Apostar por Sobisch, como lo está haciendo el diputado Gutiérrez, que ha sido designado coordinador de la campaña presidencial en la provincia, puede cerrar puertas y provocar desplazamientos.
Sobisch no va a resignar ningún espacio en Neuquén. Necesita vencer a Cristina Kirchner en territorio propio. Para lograr ese objetivo afianzará su ya fluida relación con José Brillo quien aspira a ganar, el mismo día de las presidenciales, las elecciones municipales de la ciudad de Neuquén.
Fuentes del MPN revelaron que el candidato a intendente del partido provincial mide en las encuestas varios puntos por encima de los que obtiene Sobisch. Es por esa razón que el gobernador intentará mejorar su posición en el electorado local, apostando por el hombre de confianza que tiene dentro del espacio sapagista.
El gobernador neuquino pretende alcanzar un objetivo de mínima en las elecciones de octubre: conseguir el respaldo de al menos un millón de votos en el distrito electoral de mayor peso del país. El tractor de semejante empresa no es él, sino que apuesta a la suerte de su socio en la provincia de Buenos Aires, Juan Carlos Blumberg. Con ese caudal electoral y el que logre sumar en el resto del país piensa construir una nueva trinchera para seguir actuando en la política nacional, a la que dice llegó para quedarse.