omo una muestra de la notable dinámica de estos tiempos, la propia de los especialistas en temas sociales de América Latina se manifiesta en una nutrida programación de congresos internacionales que apuntan a aclarar incógnitas sobre la actualidad y las tendencias a futuro. Dos muestras recientes de eventos ya cumplidos son el congreso realizado entre el 5 y el 8 de setiembre en Montreal, Canadá, con título "Después del Consenso de Washington. Colaboración Académica para una Nueva América", y el realizado en Guadalajara entre el 13 y el 18 de agosto con temática similar. Accesible sólo la documentación sobre este último, vamos a glosar sus conclusiones, no sin previamente avisar al lector sobre el predominio en ellas de una visión inconformista. Esto es así porque los sociólogos se inclinan siempre y naturalmente por reformas que a muchos adeptos al statu quo o, en todo caso, al gradualismo les resultan utópicas.
El Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología que se realizó en Guadalajara tuvo como objetivo general analizar el fenómeno de las grandes transformaciones que vienen ocurriendo en el subcontinente en relación no sólo con los cambios políticos que se suceden sino específicamente con los que están experimentando las sociedades en sus estructuras. Estos, en particular, están ocurriendo en las propias bases de las sociedades y son los que explican las alteraciones evidentes en los niveles políticos y gubernamentales con la retirada o el desplazamiento de las viejas elites, la presencia de nuevas dirigencias no demasiado previsibles en algunos países y el desconcierto de los profesionales de la política en la mayoría. Vamos a reseñar las conclusiones que, luego de una semana de arduos debates, alcanzaron un consenso suficiente.
En un resumen de las conclusiones, expresó el relator que hay en la región dos macroprocesos entrelazados.
El primero expresa lo que se conceptúa como una aceleración de un cierto proceso de disolución de las formas de vida tradicionales, "una especie de ajuste de cuentas con un pasado colonial que condenó a los países fatalmente a un atraso crónico, a la desigualdad y la exclusión social" en tanto las naciones potentes del Hemisferio Norte se aprovechaban de un escenario de masas miserables manejadas por elites operando a la manera de procónsules al servicio de aquéllos. En parte, ese cuadro, agudizado por los efectos de la globalización y las políticas de ajuste de los últimos años, tiene que ver con las rebeliones y los desórdenes que vienen mostrando las masas populares de Sudamérica el informe señala como ejemplos a los zapatistas mexicanos, los cocaleros bolivianos, los sin tierra brasileños y los piqueteros argentinos en procura de identidad y reconocimiento.
El segundo proceso es un reflejo del intento de asimilación por nuestras sociedades a la dinámica modernizadora del capitalismo y "el ingreso de la humanidad en una fase de desarrollo declaradamente tecnológica": la era de la información, con todas sus consecuencias imprevistas y disruptivas, de medios omnipresentes, de automatización, de vida rápida e insegura, con escasa coordinación, muchos movimientos y pocos consensos. Parte de las dificultades que gobernantes, partidos y sistemas han tenido para gobernar, definir e implementar sus políticas debe ser asociada a eso. En un contexto, además, en que el mercado puede todo o casi todo, la propia política se convierte en espectáculo, en mercadería o, en el mejor de los casos, en esfuerzos individuales de altísimo costo y riesgo.
El entrelazamiento de esos dos macroprocesos determina numerosos ruidos, fricciones y acomodamientos; aumenta el dinamismo de los acontecimientos en la mayor parte de los países, haciendo más notorias las contradicciones y las dificultades que enfrentan en muchos órdenes de la realidad. Califican por eso los redactores de las conclusiones que "América del Sur funciona hoy como un laboratorio a cielo abierto", con las más variadas experiencias políticas, sociales y económicas que, sin embargo, se realizan sin controles ni previsión evidentes. Gobernantes de los nuevos tiempos como Chávez y Evo Morales son vistos según opiniones polarizadas entre el rechazo total y el fanatismo absoluto, al mismo tiempo que las políticas populistas de otros dirigentes nacionales reciben calificaciones encomiastas por muchos desde adentro y reticentes o desconfiadas por otros tantos desde el exterior.
Todo ello determinó la conclusión de los participantes: faltan análisis objetivos que aborden los hechos reales y los procesos en curso con objetividad y sin preconceptos ideológicos. Hay etiquetas en demasía y falta de conocimientos en exceso. Como sostuvo un profesor de la universidad de São Paulo, en cuanto no se consiga comprender desde su esencia histórico-estructural los nuevos actores y los movimientos políticos que se manifiestan en la región empujados por la combinación cruzada de aquellos dos macroprocesos, no habrá cómo avanzar firmemente en términos de análisis críticos. Por su parte, un joven sociólogo asistente calificó con una metáfora menos académica pero más pintoresca y con rima su impresión personal sobre los resultados de este congreso de inquietos cientistas sociales en Guadalajara. Su juicio fue: "América Latina, como turco en la neblina".
Digamos nosotros que, a pesar de esa incertidumbre, hay sin embargo una realidad nueva a tener en cuenta. Sudamérica está gozando, gracias entre otras cosas a que la mirada del águila imperial norteamericana está puesta exclusivamente en regiones del mundo más calientes, de un tiempo sabático que agudiza los procesos nacionales pero también permite alentar esperanzas en el sentido de un avance sustancial hacia una mayor autonomía e integración. Nunca en la historia tuvo una oportunidad como ésta.
HECTOR CIAPUSCIO (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Doctor en Filosofía