a inflación golpea cada vez más fuerte y la gente parece sentirse peor porque casi alegremente se le niega en la cara el desborde de los precios desde los despachos oficiales antes que por los efectos que le genera en sus bolsillos.
En paralelo, la memoria social ha comenzado a intuir que no todo es oro lo que reluce y que el verano próximo puede ser el momento de complicados ajustes de la economía.
La maldición que conllevan esos dos términos, que los argentinos tienen metidos muy adentro, es un molesto grano adicional que le ha salido a Néstor Kirchner en estos días, como lastre para el cierre de un mandato pleno de recuperación en lo económico, pero con asignaturas pendientes de gestión que se expresan en esas dudas sociales.
Lo cierto es que como en el clímax de una película de terror, las amenazas para el gobierno han comenzado a acelerarse cada vez más, a medida que se consumen las seis semanas que faltan para las elecciones. Dicho de otra manera, por estas horas, el presidente de la Nación y su esposa no ganan para sustos.
En la última semana, y a casi una por día, a los Kirchner se les apareció a la vuelta de cada esquina y de modo concreto una máscara de espanto que les hizo subir la adrenalina:
" La "preocupación" por la inflación que expresó públicamente en Londres el presidente del Banco Central, Martín Redrado.
" Las declaraciones de su propio candidato a vicepresidente, Julio Cobos, quien les obsequió con un bonus inflacionario a la hora de despegarse de las manipulaciones en el INDEC.
" El desastre a sangre y fuego que hizo la Gendarmería en Santa Cruz, para que pudiera pasar, por una ruta cortada por un piquete, una caravana proselitista del Frente para la Victoria
" Las firmes apreciaciones de la canciller alemana, Angela Merkel (en la cara de Cristina), sobre el funcionamiento del Club de París.
" El notorio ruido gremial que hizo la CGT, por la falta de sindicalistas en las listas del oficialismo.
" La sorpresiva aparición de las fauces de Eduardo Duhalde, quien les propinó bruscamente un "íbuhhh!" estremecedor.
Al menos, para tranquilidad de la pareja presidencial, por el momento se han diluido los temas asociados a la corrupción y hasta el despropósito institucional de Córdoba, que golpeó de lleno al gobierno, entró en un previsible cono de sombras. Pero apareció la inflación y se corporizó el fantasma del ajuste.
Lo singular es que hasta ahora las especulaciones sobre un sinceramiento de las variables económicas que deberá hacer el/la sucesor/a de Néstor Kirchner eran parte del territorio de los economistas, quienes teorizaban si debería hacerse de modo gradual o aplicar un shock, o aún de los politólogos, quienes suponen que Cristina de Kirchner será la única en condiciones de encarar tan delicado service con el menor costo social.
Pero en estos momentos, la cosa parece que se popularizó y que ya pasó al campo de la sociología, ya que los términos "inflación" y "ajuste" se han comenzado a mezclar, peligrosamente para el gobierno, en el sentimiento de la opinión pública, que ha comenzado a suponer que se le miente. Nada más ni nada menos, de cara a las elecciones.
Una encuesta, de la Universidad Católica y Gallup, marca no sólo que las expectativas económicas han caído a niveles de fines del 2005 sino que el 89% de los consultados cree que los precios aumentaron "mucho", mientras que en febrero esa apreciación la hacían sólo un 66%.
Si a esta percepción de los consumidores se la atiza, ya que el mismísimo titular del BCRA habló de la "preocupación" que genera la inflación, en tiempos en que el presidente, la candidata y todo el gobierno eluden hablar del tema, el cartón amenaza con llenarse rápidamente. Otra de las frases del titular del Central, que no hizo tanto ruido mediático, también fue considerada de alto voltaje: "La necesidad de preservar y profundizar el superávit es una prioridad central", dijo Redrado y si bien no se aparta de lo que se postula desde el presupuesto 2008 y desde el discurso oficial, a la luz del importante desvío de este año se la interpretó como una luz de alerta más, con mucho de especulación sobre sus motivaciones.
Otro tema que fue comidilla entre los empresarios tuvo que ver con la gira alemana de la senadora ya que, más allá de la foto y las sonrisas, los diarios de ese país reflejaron cuestiones que aquí pasaron inadvertidas. Como por ejemplo que la señora Merkel le dijo a Cristina que entendía las motivaciones políticas de la Argentina para no pasar por el FMI, para destrabar así la cancelación de la deuda con el Club de París, pero que eso es lo que decía el reglamento y que de allí no se podía apartar nadie, "ni siquiera George Bush". Otro pelotazo en contra proveniente del mundo serio, que en general a los argentinos, apasionados por el desapego a las leyes, les cuesta entender.
Pese a todos estos sinsabores, la pareja presidencial sigue adelante en sus trece, confiada en que los logros de los últimos cuatro años aún tienen suficiente fuerza como para superar la instancia electoral. La carta fuerte de Cristina de Kirchner en toda esta historia es la debilidad objetiva de la oposición, no tanto por la fragmentación sino porque ninguno logra hacer pie para plantear alternativas que resulten contrastables.
En general, las fuerzas que pretenden competir por el segundo puesto no enamoran porque o son variantes algo más prolijas del esquema económico actual (Lavagna) o versiones populistas similares (Rodríguez Saá, Sobisch) o experiencias multiideológicas que remiten a los malos recuerdos de la Alianza (Carrió-Giustiniani-Prat Gay). En este segundo pelotón, el único que podría diferenciarse notoriamente del gobierno es Ricardo López Murphy, quien, por otra parte, es el más atacado desde el atril presidencial porque se lo intuye diferente.
Hay consenso en que cualquiera de estos seis futuros presidentes deberá, más temprano que tarde, bajar drásticamente el gasto, reordenar la situación tarifaria, impulsar incentivos a la inversión y reordenar el perfil de la deuda, en paralelo con el sinceramiento de los precios y la inserción efectiva de la Argentina en el mundo. La cuestión es cómo y nadie lo dice todavía.
HUGO E. GRIMALDI
Agencia DyN