Domingo 16 de Septiembre de 2007 Edicion impresa pag. 42 > Cultura y Espectaculos
Una historia de triunfos, excesos y tragedias

BERLíN (DPA) - Es una historia de triunfos, excesos y tragedias: María Callas, a la que sus contemporáneos llamaron "la divina", degustó y sufrió como ninguna otra cantante del siglo XX las mieles y la miseria de la fama. La "prima donna assoluta" provocó sublimación y euforia. Hoy se cumplen 30 años de su muerte en 1977, pero María Callas sigue imbatible, la diva de la ópera número uno, admirada y compadecida al mismo tiempo.

La Callas-manía continúa. Con motivo del aniversario de su muerte se están publicando decenas de DVD y CD. Se pondrá a la venta una edición especial con 70 discos que documentan su carrera. El libro de cocina "María Callas - La Divina in Cuccina" reúne las recetas favoritas de la cantante, nacida en 1923 en Nueva York en el seno de una familia griega. De pequeña era gorda y por temor a no poder subirse a un escenario perdió más tarde casi 40 kilos.

Pero no todos tienen un concepto tan elevado de ella. Las estrellas del bel canto rechazan cualquier comparación con la soprano de forma enérgica. Quien afirma algo así no tiene ninguna cultura general, afirma irritada Angela Gheorghiu.

Pero María Callas no sólo fue objeto de titulares por sus dotes artísticas. La prensa de todo el mundo informaba de sus cancelaciones, sus curas de adelgazamiento y sus rencillas con colegas.

Con una severa dieta bajó de 92 a 63 kilos. La prensa sensacionalista se hizo eco de su rivalidad con Renata Tebaldi: "Es como si se comparara champaña con coñac, no; con coca-cola". Callas no soportaba una segunda reina.

Los medios también siguieron su relación con el multimillonario griego Aristóteles Onassis. Callas dejó a Meneghini, pero Onassis perdió pronto el interés en ella. En 1968 se casó con la viuda del presidente Kennedy. La suerte en la vida privada se desvaneció y su voz también comenzó a flaquear.

El 16 de setiembre murió en París. Oficialmente sufrió un ataque al corazón, pero circularon rumores sobre una intoxicación con medicamentos y suicidio. Su cadáver fue incinerado y enterrado en el cementerio Père-Lachaise. Cuatro años más tarde sus cenizas fueron esparcidas en el Egeo.

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