Domingo 16 de Septiembre de 2007 Edicion impresa pag. 42 > Cultura y Espectaculos
MARIA CALLAS: 30 años de vigencia de un mito
La "prima donna" moría el 16 de setiembre de 1977 rodeada de lujos, misterios y depresiones.

María Callas es un mito que sobrepasa el estrecho círculo de los amantes de la ópera y a ello han contribuido, sin duda, su personal forma de abordar la interpretación de los personajes en escena con su portentosa voz, y su excéntrica vida social, seguida con atención por los medios gráficos de la década del '70.

Verista, sensual y moderno, su estilo revolucionó los usos y costumbres de los grandes divos y divas de su época, que eran mucho más estáticos en sus movimientos. También ayudaron a la gestación del mito, en buena medida, su desdichada vida privada y su prematura muerte, poco antes de cumplir 54 años, a raíz de un ataque cardíaco.

Nadie mayor de 45 puede hoy no tener un recuerdo de las repercusiones de la Callas en el teatro, aunque algunos retengan vívidas imágenes de su segunda "carrera" como blanco de la prensa del corazón, cuando fue abandonada por el magnate griego Aristóteles Onassis, al entrar en escena Jackie Kennedy.

Hija de un emigrante griego, María Anna Sofía Cecilia Kalogeropoulos, nació en Nueva York en 1923 y murió en París el 16 de septiembre de 1977. Sus estudios de canto los efectuó en el Conservatorio de Atenas, donde tuvo como profesora de canto a Elvira de Hidalgo. Su formación fue lenta y nada había en ella que permitiera presagiar a la futura diva.

Innovó en su manera de exponer los personajes líricos. Deslumbró y cautivó a los amantes de la ópera durante la década del cincuenta (aunque también tuvo detractores) y ganó el título de La Divina, "prima donna absoluta" de su época. Su nombre y arte perduran y prosperan 30 años después.

No es fácil encontrar otra intérprete clásica que haya inspirado más de 20 libros; y sus grabaciones se venden a un ritmo sorprendente: más de 750.000 compactos por año en Europa. A través de los libros, las grabaciones, la obra teatral y series televisivas sobre su vida, llega a un público mucho mayor que aquel que la siguió en su meteórica carrera.

Gran parte de lo escrito después de su muerte -en particular las biografías hechas por su hermana, su madre y su ex marido Giovanni Battista Meneghini -perpetúa la visión de la cantante como una mujer egoísta, de mal talante, caprichosa y vengativa, mientras que otros la ven como una figura trágica, una Violeta de La Traviata de la vida real.

La imagen de tigresa ha contribuido a empañar su supremacía en las óperas elegíacas y románticas de Rossini, Bellini y Donizetti, que ella, prácticamente sola, restituyó al repertorio. Este logro es crucial para comprender la mística de la Callas, por su excelencia como la Lucia di Lammermoor de Donizetti y Elvira Walton en "I puritani" de Bellini, de las que muchos decían en un principio que no eran para su voz y temperamento.

Dejó su impronta por primera vez en Italia como soprano trágica, a fines de la década del cuarenta, al debutar como La gioconda de Ponchielli (1947), frente a 22.000 espectadores en la Arena de Verona. Si esto no fue un logro sorprendente para una soprano de 24 años, Callas continuó, dos años más tarde en Venecia, para interpretar la Brunilda de Wagner (en italiano), y excepcionalmente reemplazó a una colega como Elvira en "I puritani", una obra con abismales pirotecnias vocales y estratosféricas notas altas. En una cantante "normal", estos dos papeles podrían considerarse mutuamente excluyentes. La joven Callas cantó la potencia wagneriana y el virtuoso "Turandot" de Puccini, haciendo que su nombre trepara en la cima del repertorio de ópera de la posguerra.

En la década de los cincuenta se convirtió en una de las favoritas de la Scala de Milán y en protagonista de la resurrección de los compositores de comienzos del Siglo XIX, hasta convertirse en la intérprete por excelencia de las protagonistas femeninas de Donizetti y Bellini.

En los años sesenta, al tiempo que comenzaban los problemas de madurez de su carrera, fue involuntaria frecuentadora de la prensa del corazón por sus relaciones con el armador griego Aristóteles Onassis, y sus accesos de divismo acapararon también la atención pública más que sus méritos artísticos. El 11 de noviembre 1974 cantó por última vez en público en un concierto realizado en Sapporo, Japón. Fue un recital con orquesta, cuyas imágenes, reflejan a una Callas altiva, pero con las señales del paso del tiempo en su voz.

 

JUAN CARLOS TARIFA

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