El presidente Néstor Kirchner puede visitar todas las provincias del país salvo una con la seguridad de ser bien recibido por sus habitantes y de que las autoridades locales puedan organizar actos políticos en su homenaje que no serán empañados por hechos de violencia. Desgraciadamente para él, la única provincia en que sabe de antemano que lo tratarán como una persona no grata es la que gobierna directa o indirectamente desde 1991, o sea Santa Cruz. En efecto, toda vez que la visita se producen incidentes graves protagonizados ya por manifestantes opositores, ya por sus propios partidarios, como el ex ministro del gobierno provincial, Daniel Varizat, que embistió con su 4x4 a una veintena de docentes, hiriendo a varios. Era de prever, pues, que la decisión de Kirchner de encabezar un acto proselitista en Río Gallegos tendría consecuencias poco felices. Irónicamente, la refriega prevista se debió al empleo de tácticas piqueteras por parte de petroleros en huelga que cortaban una ruta en las inmediaciones de Caleta Olivia, donde trataron de cerrar el paso a colectivos alquilados que llevaban a militantes kirchneristas para hacer número en el acto político que se celebraría en el Boxing Club de la capital provincial. Aunque Kirchner suele avalar a los piqueteros en el resto del país, incluso cuando sus actividades inciden en la política exterior, y critica con dureza a quienes insisten en que es deber de la Policía o la Gendarmería obligarlos a respetar la ley, es evidente que no está dispuesto a tolerar sus desmanes en su provincia natal, sobre todo si se proponen ocasionarle algunos disgustos políticos, de ahí la presencia de los gendarmes que la semana pasada no vacilaron en emplear la fuerza disparándoles balas de goma, si bien no quedó claro quién les ordenó reaccionar de tal manera. En aquella ocasión, la víctima principal de la represión fue una periodista radial que resultó herida cuando cubría el episodio.
Según el presidente, los manifestantes santacruceños que se le oponen son patoteros sin ideas que "tienen tres votos", además de ser "fascistas" y "estalinistas", que "quieren el cambio para atrás", deseo éste que por lo común atribuye a los "neoliberales". Dice confiar en que sus candidatos triunfarán en todas las intendencias de la provincia, incluyendo la de Río Gallegos, un distrito en que conforme a las encuestas es probable que gane un radical. Es posible que acierte, ya que a menudo resultan derrotados en las urnas quienes dominan la calle y parecen representar el sentir mayoritario, pero también lo es que sus comprovincianos, hartos de tantos años de hegemonía prepotente, opten por aprovechar la oportunidad para enviarle un mensaje poco amistoso. De ser así, no sólo quedaría perjudicada su propia imagen y la de su esposa sino que también podrían aguardarle algunos momentos muy desagradables, puesto que los distintos grupos opositores santacruceños se han comprometido a impulsar una investigación exhaustiva del caso de los fondos provinciales que Kirchner depositó en bancos en el exterior cuya ubicación actual, a pesar de los anuncios periódicos en el sentido de que ya han sido repatriados, sigue constituyendo un misterio.
De todos modos, el que el presidente no pueda visitar la provincia que gobernó durante tanto tiempo sin que estallen incidentes truculentos es de por sí inquietante. Sucede que en Santa Cruz el agreste "estilo K" no es privativo de Kirchner y los integrantes de su entorno. También lo practican los dirigentes petroleros, municipales, docentes y otros. Por fortuna, en las demás partes del territorio nacional escasean hasta ahora los adversarios de Kirchner que han caído en la tentación de pagarle en la misma moneda pero, de intensificarse mucho más el clima de crispación que el presidente ha hecho tanto para fomentar, no sorprendería que el futuro del país se asemejara al presente de Santa Cruz. Al fin y al cabo se trata del distrito cuyos habitantes conocen mejor a los Kirchner y, a pesar de que la provincia se ha visto beneficiada por la transformación de quien fue su gobernador en presidente nacional, parecen estar menos interesados en agradecerle por los favores recibidos que en organizar protestas destinadas a ponerlo en apuros.