El sueño estaba al alcance de la mano. Habían superado un sinnúmero de obstáculos, en sus vidas y en el deporte. Canadá era la última barrera que debían superar para obtener la medalla de oro en voley en el Mundial para personas transplantadas. Pero no se pudo. Y la bronca se hizo presente en uno de los jugadores que integra el equipo. Triste, masticaba su decepción. Hasta que un compañero, Carlos Lirio, se acercó y le dijo: "No te tenés que sentir mal. Hace diez años estabas con diálisis, sin poder hacer nada, hecho bolsa y hoy estás compitiendo en un Mundial, donde ganaste una medalla de plata. Tenés que estar contento".
Lirio vivió toda su vida en Junín de Los Andes hasta que su corazón provocó un rotundo cambio en su destino. Tenía 17 años hacía poco que había subido al volcán Lanín. Era pura energía. Pero, de pronto, comenzó a faltarle la respiración. El 9 de mayo de 1995 le detectaron una miocardiopatía dilatada de origen viral. Un mes después le reali
zaron un transplante de corazón. "No tenía otra opción. Me quedaba muy poco de vida", recuerda Lirio, que pasó de pesar 72 kilos a tan sólo 50. "Después de la operación la comida era muy liviana y me costó recuperar el peso. Ahora ya estoy bien, normal", se alegra el neuquino, que es profesor de Educación Física y trabaja para la Secretaría de Deportes.
Recientemente Lirio integró la delegación argentina de 19 deportistas que participó del Mundial para transplantados que se realizó en Bangkok, Tailandia. Allí compitieron unos 1500 atletas de 50 países. Y el resultado para la Argentina fue auspicioso, ya que quedó en el 7º puesto del medallero al obtener 40 medallas (18 de oro, 11 de plata y 11 de bronce), superando a potencias como Suecia, Canadá, Alemania, Italia y España. "No es poco, ¿no? Fue un buen promedio. Hubo chicos que ganaron cuatro o cinco medallas cada uno", remarca Lirio, quien está cursando la Licenciatura en Alto Rendimiento Deportivo en el Cenard y, además, está a cargo de la Asociación Deportistas Trasplantados de la República Argentina (Adetra), que forma parte del Plan Nacional de Deporte Social.
"Está buenísimo ganar. Como a todo el mundo, a mí también me encanta. Pero a veces no se puede", cuenta Lirio, refiriéndose al consuelo que le brindó a su compañero de equipo tras perder la final. "Trato de dar lo mejor en la competencia pero estoy feliz por lo que puedo lograr: jugar al voley, hacer una prueba de 400 metros de natación, sentirme con aire y con fuerza. Eso es lo que me gusta. Más allá del torneo y la medalla, está el logro personal. Eso es lo que a mí más me satisface. Si puedo ganar algo, bárbaro. Pero lo más importante es poder estar en la competencia y con una excelente calidad de vida después de haber estado prácticamente del otro lado", asegura quien además es entrenador de Adetra.
Tantas batallas le dejaron infinitas enseñanzas. Una de ellas: "No puedo dejar pasar el tiempo, no tengo que perder un minuto. Esa es mi filosofía hoy en día. Siento la necesidad de hacer cosas". Y está orgulloso de otro de sus trabajos: integra el staff de rehabilitación cardiovascular de la Fundación Favaloro. "Atiendo a los pacientes trasplantados. El otro día estuve con una persona que tuvo un caso como el mío y lo operaron hace dos meses. Le comenté que recién había llegado del Mundial de Tailandia y se quedó muy contento. Eso le sirve como impulso porque a todos los que transplantan les resulta muy difícil superarlo".
JUAN IGNACIO PEREYRA
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