Jueves 06 de Septiembre de 2007 Edicion impresa pag. 44 > Cultura y Espectaculos
MEDIOMUNDO: Vamos hacia los árboles

CLAUDIO ANDRADE

viejolector@yahoo.com

Ese día estaba enojado. Y lamento decir que como soy un tonto, por lo general, ese es mi karma y mi estado natural. Conmigo mismo primero, con el mundo, con los vecinos. Bueno con los vecinos no porque son muy buena gente. Pero era el caso.

Mi hija, que encarna la extraversión y desconoce la timidez y no digamos ya la vergüenza del qué dirán, me sacó de mi apatía. Lo hizo a su modo sin pedir permiso ni dar mayores explicaciones.

Yo descansaba junto a mi viejo sillón de color crema que mira hacia la ventana y hacia la calle. Se ubicó enfrente, limpió su garganta y recitó como poseída: "Vamos hacia los árboles... el sueño. Se hará en nosotros por virtud celeste. Vamos hacia los árboles; la noche. Nos será blanda, la tristeza leve. Vamos hacia los árboles, el alma adormecida de perfume agreste. Pero calla, no hables, sé piadoso; No despiertes los pájaros que duermen."

Al instante me enteré de dos cosas, la primera es que este hermoso poema es de Alfonsina Storni, la segunda estaba referida a que mi hija concursaría con la pieza en un torneo de pequeños recitadores.

Al momento se me ocurrió que este hermoso bebé transformándose en mujercita, podía también adentrarse en un texto de mi querido Fernando Noy.

Fui detrás del libro "Hebra Incompleta" y le pedí que leyera uno de los poemas más bellos de esta obra recopilatoria del poeta y actor, nacido en Ingeniero Jacobacci, y habitante de Buenos Aires. Su voz delicada, graciosa, sus manos de hada, y su gesto de princesa en el exilio trazaron en el aire el paisaje de Noy: "Tanto te esperé supongamos que existas y usas tu nombre como el mío. Tanto me aguardarás supongamos que he muerto y mi nombre en el tuyo vuelve a resucitarme".

¿No es perfecto? ¿No es todo lo que un hombre podría decirle a una mujer o viceversa o "vice y viceversa"?

Después comimos y bebimos. Yo un Casillero del Diablo y ella un Coca Cola natural. Me preguntó quién era Noy y que porqué aparecía en la fotografía del libro recostado en el campo, con un perro y unas valijas enormes como única compañía. Se lo expliqué lo mejor que pude, sabiendo que era una tarea imposible, mientras recordaba el rostro terso de Fernando y su talento infinito.

Le expliqué que él estaría feliz de escucharla. Como seguramente cualquier otro poeta se sentiría honrado en saber que sus palabras se fugan del papel por el sortilegio de la voz.

Mi enojo continúa. Salvo que ya no recuerdo porqué. La condición de los hombres es desaprender lo aprendido, y gozar y sufrir en el camino como si todo fuera nuevo.

Vamos hacia los árboles.

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