Celeste Pascuale se gana la vida como costurera ayudando como puede a su marido en la economía familiar. Vive en el barrio Lavalle, un humilde conglomerado urbano de la capital rionegrina donde abundan las necesidades.
Es asidua concurrente al nosocomio por una pequeña práctica quirúrgica ante la inflamación de una glándula. Para ello, cada vez que concurre al hospital debe subirse al colectivo pagando el boleto correspondiente para recorrer las casi 50 cuadras que la separan de su vivienda.
Contó a "Río Negro" que "tomo el micro a las 5,40 para ir a sacar turno al hospital. Llego poco después de las 6 y recién a las 7 abren la ventanilla. La última vez no conseguí turno porque sólo otorgaban tres, y si me quedaba a la ronda de atención de las 11, recién podrían atenderme por la tarde, y yo tengo dos hijos que atender, no los puedo dejar tanto tiempo solos".
A veces es una cuestión de azar, porque se ve compelida a mirar una pizarra, antes de verificar si será atendida. En la pizarra se informa si los especialistas atienden, y en caso negativo "es como venir al cohete porque recién atienden al otro día, y a mi no me da el dinero como para venir todos los días", apuntó. (AV)