Con la intención de reflejar un sueño, quiero transmitir un mensaje de paz, de orden y de esperanza que, si bien dista de ser realizable en el corto plazo, permite avizorar un horizonte hacia el que hay que comenzar a dirigir los esfuerzos de la gente de buena intención.
Si todos sabemos que el Estado es mandatario de los ciudadanos, es nuestro deber decirles a quienes ejercen el gobierno qué es lo que esperamos de ellos. No resulta responsable esperar que cada candidato nos presente una plataforma política y un plan de gobierno y luego optar por aquel que proponga lo más cercano a nuestra visión del país que queremos.
A diario vemos manifestaciones en pos de ajustes salariales, de conquistas laborales, de obras públicas que eliminen alguna carencia y de todo tipo de reclamos que reivindiquen alguna ventaja perdida o permitan lograr una nueva.
Cada sector lucha por lo suyo, atento sólo a sus urgencias y evidenciando una tremenda falta de solidaridad con los demás. Cada gremio, cada sindicato, lucha olvidando lo que sucede en otros sectores, en otros grupos de gente con otras necesidades. Nadie tiene en consideración que pueden existir prioridades que estén muy por delante de su reclamo. Así no se construye una nación. La fragmentación de la sociedad sin la existencia de un fin común, de una comprensión de las necesidades de los ciudadanos en su más amplia concepción, sólo conduce al empobrecimiento del conjunto y la vulnera, exponiéndola a intereses espurios.
Los textos del Martín Fierro "los hermanos sean unidos, porque ésa es la ley primera... o se los comen los de ajuera" y de Maquiavelo, que nos dice "divide y reinarás", son claros ejemplos de las consecuencias que implica la fragmentación de una nación.
Y aquí aparece con claridad la primera utopía: ponernos de acuerdo en todos los aspectos básicos y construir con ellos una plataforma que deba ser respetada por todos los mandatarios que alcancen el poder.
Deberemos luchar por esos objetivos y exigir a nuestros mandatarios que cumplan los mandatos para los que los hemos nombrado. Todavía mucha gente confunde lo de "primer mandatario" con una especie de derecho divino a gobernar y a hacer lo que se quiera; no debemos perder de vista que el mandatario es un delegado, un empleado de los ciudadanos.
¿Es tan difícil ponernos de acuerdo en que...
1) ...en este país no puede ni debe haber niños subalimentados? En estos días se hizo público un informe que nos pone en conocimiento de que aproximadamente el 25% de los niños vive subalimentado, llegando en algunos casos de pobreza extrema a la inanición. La consecuencia de esto es una trágica hipoteca para el futuro de nuestra Nación, ya que en los años venideros habrá un 25% de ciudadanos adultos de segunda categoría, con daños neuronales y otras incapacidades y enfermedades que les impedirán vivir una vida digna. Con seguridad, muchos de ellos se verán recorriendo caminos de delincuencia y adicciones que hubieran podido evitarse. Dada la situación actual de nuestra sociedad, también podemos imaginar que hoy estamos pagando una hipoteca que se generó veinte años atrás.
2) ...debemos volver a los principios básicos que nos legó Sarmiento sobre que la educación debe ser posible para todos? Sin educación no hay libertad. ¿O acaso no es que "libertad" significa la posibilidad y la capacidad de elegir? Para elegir hay que saber, hay que conocer. El ignorante no es libre, es cautivo de sus propias limitaciones y terreno fértil para los demagogos y aprovechados que siempre han existido y existirán.
3) ...el sistema de salud no puede ser en primer lugar un negocio para pocos y una imposibilidad para muchos, en que el acceso a los programas de salud debe ser posible para todos los estratos sociales y en que tenemos uno de los mejores índices de médicos per cápita de este planeta y que ello nos permitiría alcanzar los mejores estándares de prestaciones médicas? El hombre enfermo tampoco es libre (¿qué puede elegir?); la mayoría de las veces es una víctima innecesaria de la mala administración y de la deshonestidad del sistema.
4) ...la seguridad en su sentido más lato es alcanzable, en que no tenemos que legislar inventando, en que podemos copiar los mejores ejemplos de los países exitosos en la materia? Así, la seguridad jurídica, la seguridad personal, la laboral, la vial, etcétera, serán realidades contrastables con las de los países más avanzados.
¿Hace falta pertenecer a un partido político para aceptar estos principios? ¿Se debe ser radical, peronista, socialista, comunista o lo que sea para aceptar que estos temas son comunes cualquiera sea el color político y el peldaño social al que se pertenezca?
Creo firmemente que tenemos una gran oportunidad de repensar nuestro sistema político y económico y actuar en consecuencia. Los ciudadanos deberemos aprender a pensar con proyección y a dejar de desgastar nuestra energía en mezquindades sectoriales, circunstanciales y de corto plazo, para poder pensar en un país que nos contenga a todos.
Si el sistema representativo funcionara como debiera, este acuerdo sería absolutamente posible. Pero el sistema representativo, columna vertebral de la verdadera democracia, no funciona y es lo primero que debería cambiar. Pero esto último será motivo de una próxima nota.
RICARDO TADDEO (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Empresario y asesor financiero
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