En los últimos tiempos ha recrudecido el interés no sólo de periodistas sino también de científicos y hombres de negocios en especular sobre lo que nos promete la tecnología para el siglo que corre. Imposible como es comentar mucho de lo tanto que traen libros y revistas, tenemos que concentrarnos en sólo tres ejercicios de futurología que representan un muestrario de enfoques e intereses según la visión de sus autores.
Uno
En Palo Alto, en el Silicon Valley consagrado históricamente como cuna de espectaculares innovaciones en tecnologías de la información, funciona un llamado "Instituto del Futuro", a cuyo frente está un gurú a quien asedian constantemente periodistas ansiosos por enterarse a través suyo de lo que vendrá. Paul Saffo, quien se autodefine como "pronosticador de la tecnología" y creyente en la capacidad de intuición del analista más que en metodologías, es, como aquellas pitonisas de la literatura clásica, bastante parco a la hora de brindar vaticinios. Cuando le preguntan, por ejemplo, sobre cuáles serán las tendencias para los próximos años, su respuesta es que será el período de la robótica y se entusiasma diciendo que los robots ingresarán pronto en nuestras vidas al modo como lo hicieron las computadoras en los ochenta e internet en los noventa. Admite, a pesar de esta apuesta específica, que otras revoluciones importantes provendrán de ámbitos como la bio y la nanotecnología. De todos modos, se despega de cualquier imputación determinista sentenciando como ley general que "la tecnología propone y la cultura dispone" y que seremos los seres humanos los que finalmente decidiremos sobre qué innovaciones adoptar.
Dos
James Martin es un hombre riquísimo. Nació inglés, se educó en Oxford pero su fortuna la obtuvo en Estados Unidos y en el área de las técnicas informáticas a través de su capacidad organizativa, ideas originales y dominio de la ciencia de la computación. Agradecido a su "alma máter", le hizo a la universidad inglesa una donación multimillonaria la mayor recibida por Oxford de un ex alumno para establecer allí un instituto consagrado a formular nuevos conceptos, políticas y tecnologías que sean capaces de brindar al mundo bases racionales y posibles para un futuro mejor. Así, desde hace unos años la "21st. Century School" se constituyó en una usina de ideas sobre el futuro en la que trabajan grupos selectos de pensadores, científicos y analistas.
Pero James Martin también escribe sus propios libros y como escritor se ha mostrado por demás prolífico. El último de ellos ("The Meaning of the 21st. Century") se refiere a las alternativas que ofrece el siglo XXI para la humanidad. Su preocupación central reside en la ecología y así analiza una variedad de posibles desastres tanto como alternativas de una cantidad de oportunidades, dependiendo unas y otras de la decisión humana de proceder de manera lúcida, empresarial y esclarecida ante circunstancias sin precedentes como las actuales. Si hacemos las cosas bien lograremos un planeta sostenible y administrable. Si procedemos mal, veremos a nuestra civilización poco a poco, o de golpe, destruida. Y hace una especie de propuesta. Dice que si logramos establecer un apropiado código de marcha para el futuro, el siglo XXI y los que lo sucedan podrán ser mucho más magnificentes que lo que se puede pensar, dado que la tecnología aumentará la cultura y la creatividad humana de modos enormemente más allá de cualquier realidad que sea en general imaginable. Su apuesta personal es por esta posibilidad.
Crispin Thickler, quien comenta el trabajo en el "Times Literary Supplement", es director en el James Martin Institute for Science and Civilization de Oxford. Concluye su recensión anotando que un rasgo distintivo y ampliamente reconocido de la personalidad del mecenas de la universidad y autor del libro es el optimismo. Habría que señalar también que, según vemos en la página web, el multimillonario James Martin lo escribió en una paradisíaca isla de la que es único propietario "Agar's Island", en las Bermudas, una buena situación para mirar el mundo con ojos optimistas.
Tres
Freeman Dyson, un físico y tecnólogo eminente, maestro en la popularización de ideas científicas complicadas y autor de media docena de libros de alta calidad y enorme interés (varios de ellos comentados aquí en diversas oportunidades), publicó el mes pasado un denso artículo que lleva un título "Nuestro biotecnológico futuro" que ya está diciendo dónde tiene centro su visión de la tecnología y la humanidad en lo que sigue del siglo. Comienza expresando que se ha convertido en parte del saber convencional que el XX fue el siglo de la física, que el XXI será el de la biología y que hay dos hechos que pesan para esta última convicción: que la biología es ahora más grande que la física desde el punto de vista de sus respectivos presupuestos y fuerza de trabajo tanto como el de sus productos en descubrimientos mayores. Lo resume así: la biología es también más importante que la física en cuanto medida por sus consecuencias económicas, por sus implicaciones éticas o por sus efectos en el bienestar humano.
Plantea enseguida la observación de que los artefactos de alta tecnología engendrados en la física han venido siendo "domesticados" constantemente desde su aparición en la sociedad: así se llegó a las computadoras personales, los receptores de localización GPS y las cámaras digitales y se pregunta si estos hechos podrán extenderse desde la tecnología física a la biotecnología. Su respuesta a esta pregunta es que sí. Y se anima a hacer una predicción definida: dice que la domesticación de la biotecnología dominará nuestras vidas durante los próximos cincuenta años, al menos tanto como la domesticación de las computadoras ha dominado nuestras vidas durante el previo medio siglo. Una vez en manos hasta de amas de casa y de los niños, una biotecnología domesticada dará lugar a la explosión de biodiversidad de nuevas criaturas vivientes. El diseño de genomas será una cosa personal, una nueva forma de arte tan creativa como la pintura o la escultura.
HECTOR CIAPUSCIO (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Doctor en Filosofía