Resulta significativa la reforma al Código Nacional Electoral que les devuelve a los detenidos sin condena firme la posibilidad de ejercer su derecho al voto. Entre otros motivos, porque supone su revalorización como ciudadanos miembros de una comunidad, a la vez que revigoriza un vínculo de pertenencia social muchas veces roto o al menos debilitado.
Pero tal cual sucede en el ejercicio de la democracia en situaciones de libertad ambulatoria, su práctica corre el riesgo de quedar reducida a la ritualización electoral, a la mera emisión periódica de un sufragio.
En función de ello, para que ese derecho reconocido a parte de la población penitenciaria trascienda su condición de hito simbólico, de sola formalidad, es necesario su complemento con otros ejercicios propios de la sociedad democrática. Fundamentalmente, el de la libre expresión de ideas por parte de sus miembros, que incluye la trasmisión de emociones y expectativas.
El derecho a la libre expresión posee raigambre constitucional y su goce atañe también a la población penitenciaria, puesto que los efectos de la pena privativa de libertad ambulatoria de modo alguno puede amparar su restricción o menoscabo. A partir de entonces, su concreción y ejercicio deben ser saludados con beneplácito pues conllevan el deseo, por parte de quien lo ejerce, de vincularse con la comunidad de la cual ha sido coactivamente separado.
En el recordado fallo de la Corte Suprema de los Estados Unidos "New York Times v. Sullivan", de los años sesenta del siglo pasado, aquel tribunal sostuvo que hay que asegurar el derecho a la libre expresión, sobre todo de los sectores sociales más postergados y que más dificultades tienen para hacer escuchar su voz en los medios tradicionales de comunicación social.
Bajo esa concepción, y en el marco de las tareas que los internos tienen a su alcance en el día a día de su estancia carcelaria, está aquella relativa a la elaboración de notas y artículos destinados a dar difusión a la problemática existencial de quienes sufren la experiencia del encierro.
Esas iniciativas, que suelen tener lugar en casi todos los establecimientos del país, también la desarrollan algunos internos de la cárcel de Bariloche. Concretamente, un grupo de nueve alumnos que están completando sus estudios secundarios en el interior de esa prisión, con óptimo rendimiento académico y destacada dedicación.
La idea de editar la revista titulada "Asíasá" surgió durante el desarrollo de una clase de Lengua y Literatura y recibió el inmediato apoyo de la docente a cargo, así como del equipo directivo del CEM 37 de esa ciudad. Fundamentalmente, por considerar que un proyecto de esa envergadura permitía canalizar intereses individuales y colectivos dignos de ser socializados e impulsados, tanto desde lo pedagógico como desde lo actitudinal.
La labor que los internos llevan adelante para su elaboración consiste en la lectura y en el análisis de textos literarios, informativos y de opinión. Si bien suelen seleccionar obras o fragmentos de autores diversos con el objetivo de ponerlos al alcance de los lectores, lo cierto es que suelen esmerarse en la producción de narraciones propias, así como en su ilustración y diagramación.
Los destinatarios de la revista son los mismos compañeros de establecimiento, aunque también sus familiares, amistades y allegados. E inclusive, desde luego, la propia comunidad de Bariloche, que poco sabe de sus presos y de los esfuerzos que muchos de ellos realizan para volver a sus comunidades de origen.
Las opiniones que pueden vertirse en cada uno de los ejemplares tal vez no siempre sean del agrado de las autoridades penitenciarias, judiciales y/o políticas. Pero en la medida en que no resulten agraviantes, difamatorias o calumniosas, debieran ser estrictamente toleradas, so pena de coartarse la libertad de expresión y socavar los pilares que sostienen y brindan legitimidad a la convivencia democrática.
De modo que la vida republicana comprende mucho más que el ejercicio episódico de volcar el voto en la urna. Su esencia transcurre a través de minúsculas secuencias diarias protagonizadas por hombres y mujeres que desarrollan su existencia bajo la égida del Estado de derecho, con su consiguiente lógica inclusiva, basada en la tolerancia recíproca y la aceptación del diferente.
La cárcel, claro está, no es una excepción a la regla.
MARTIN LOZADA
Especial para "Río Negro"
(*) Juez de instrucción y profesor de Derecho Internacional.