Curiosamente, en Leningrado
como un apátrida sin tierra
que busca la frontera de tu cuerpo
para estallar la guerra -frente a frente-
con la carátula intacta del otoño
y un poema de Borges en la boca.
Como en la antigua Rusia
camino desbocada y sin palabras
llena de sol y hojas marrones
perturbando el tránsito gris de los asfaltos,
apabullando los pétalos caídos de las flores.
(De "Leningrado")