Existen dos mundos políticos en la región cuyana. Y a modo de disculpas anticipadas a los geógrafos, hablamos de una "región política" que al mezclar los criterios "regionalistas" del INDEC o el Conade considera a Mendoza, San Juan, La Rioja y San Luis.
El primer mundo político corresponde a las provincias del Cuyo inobjetable. Ambas reúnen cierto parecido de familia en la conformación de sus sistemas de partidos. Mendoza y San Juan han sostenido organizaciones partidarias con un claro perfil provincialista junto a la política de partidos nacionales que, aun en términos formales, no siempre resultó dominante. Efectivamente, el Partido Demócrata mendocino y el bloquismo sanjuanino animaron dos de los cuatro sistemas de partidos provinciales heredados de la Argentina pre-peronista. Los otros fueron Salta y Corrientes. Esos actores cuyanos fueron de armado local hasta que el radicalismo y mayormente el peronismo los desplazaron en su firmeza territorial para terminar siendo sus continuadores. Todos dieron vida a un esquema de tres partidos que animó a su vez un razonable juego de alternancias. Mendoza siempre contó con el aliciente constitucional del noreleccionismo inmediato. Primero fue Santiago Llaver, de la UCR en 1983; luego los justicialistas con tres mandatos sucesivos: José Bordón, Rodolfo Gabrielli y Arturo Batalla, seguidos por el retorno de los radicales en la figuras de Roberto Iglesias y Julio Cobos. El Partido Demócrata fue un actor significativo durante todos esos años. Tanto es así que en 1999 estuvo a punto de arribar al gobierno. A los "ganzos" le faltaron solo 20.000 votos. Esa Mendoza no solo fue de alternancia en el poder. También de "política en las calles" que, en el tiempo crítico del año 2001 parecía haber pensado y en algunos casos puestos en prácticas demandas ciudadanas de gobierno directo. Ello ocurrió en las comunas del Gran Mendoza cuando varios concejos deliberantes e intendentes de algunas localidades debieron reducir sus dietas y discutir en "asambleas" el destino de los fondos comunales. Asimismo, Mendoza fue uno de los tantos distritos provinciales que vivieron las ventajas tanto de la provincialización como la nacionalización de la política electoral. Tanto es así que los demócratas incursionaron en la arena nacional ciertamente fragmentada de peronistas y radicales, ofreciendo candidatos vicepresidenciales en dos de las cinco fórmulas del 27 de abril del 2003.
San Juan tuvo una vida partidaria de alternancia más variada por la presencia del Partido Bloquista y la Cruzada Renovadora. Leopoldo Bravo, del bloquismo, fue el ganador de las primeras elecciones con la restaurada democracia. El mismo partido volvió a triunfar en 1987 con Carlos Gómez Centurión. El Ejecutivo provincial cambió de mano cuando en 1991 resultó electo, y vuelto a elegir en 1995, Jorge Escobar del PJ. Para 1999 San Juan se nacionalizó, dándole el gobierno a una alianza extraña que reunió a radicales y frepasistas, pero basada en el alma territorial y dirigencial del bloquismo y la Cruzada Renovadora. De estos últimos es Alfredo Avelin quien en agosto del 2002 fue suspendido por la Legislatura sanjuanina, después de que se vivieran jornadas intensas de política en las calles. Su reemplazante fue Wbaldino Acosta, del bloquismo. En el 2003 el justicialismo retornó al Ejecutivo provincial con José Luis Gioja. En síntesis, los dos partidos locales mantuvieron cierta potencia electoral animando un sistema que osciló entre tres y cuatro partidos políticos de esos que importan. En el reciente turno electivo el 12 de agosto el desempeño de estos quedó confundido en un esquema de alianzas cambiante, aunque no muy distinto del de 1999, permitiendo la reelección de José Luis Gioja.
Junto a esa primera política cuyana existe una segunda, más amplia, que incluye lo sucedido en La Rioja y San Luis. Aquí parece primar la historia de peronismos provincializados, de relativa autonomía respecto de los vaivenes electorales nacionales. En 1983 fueron ganadores. También en 1987, 1991, 1995. Igualmente en 1999, mientras que en los otros dos distritos cuyanos sucedía un cambio de orientación partidaria por la ola nacional de la Alianza. Son escenarios donde no hay oportunidad para la alternancia. Ni siquiera resulta de naturaleza imperfecta, dando lugar a que durante un turno o, eventualmente, donde los poderes municipales y la Legislatura recaigan en fuerzas políticas distintas de sus peronismos provincializados.
De esas cuatro provincias sólo Mendoza está obligada a esperar a octubre para elegir un nuevo gobernador. El último domingo lo hicieron San Luis y La Rioja. Fueron electos gobernadores que resultan ser continuadores de sus propias empresas políticas. En el caso de San Luis, el apellido Rodríguez Saá será parte de una historia de algo más de un cuarto de siglo, interrumpida por unos meses cuando la reciente electa intendenta de la ciudad capital, Alicia Lemme, ocupó el Ejecutivo provincial en reemplazo de Adolfo mientras accedía a su corto tiempo presidencial. En La Rioja, cuenta Beder Herrera, ahora blindado por los votos de los riojanos y no por los que vinieron prestados de los diputados que hace un año desbancaron a Angel Mazza.
Pasadas las elecciones en esos tres distritos cuyanos, se suman a otras seis contiendas, donde el partido presidencialista ya está en condiciones de hacer un balance con la proa puesta en octubre. Sin bien el segundo distrito electoral en número de votantes no le ha sido favorable sumando Tierra del Fuego y ahora San Luis, desde la Casa Rosada puede haber cierta satisfacción porque agosto les dio La Rioja y San Juan y en los meses pasados Catamarca, Entre Ríos y Río Negro. De las nueve elecciones llevadas a cabo sólo Neuquén resulta un interrogante relativo, al contar con la certeza de que el nuevo Sapag lejos estará del oposicionismo de Sobisch.
Y por si fuera poco, el tiempo político cuyano le ha dado nuevas ventajas al partido presidencialista. En un juego de piezas que se mueven y se alejan del centro, Mendoza se sumó a la estrategia presidencial al darle consistencia desde las elites a esa aspiración del fin de la antinomia según lo dicho por la candidata Cristina Fernández entre radicales y peronistas. El mendocino Julio Cobos, candidato a vicepresidente, resulta ya jefe de una UCR quebrada, en fuga, que es a su vez alianza de gobernadores e intendentes hacia el partido presidencialista del matrimonio Fernández-Kirchner.
Además, los resultados electorales de la región cuyana parecen darles lugar a situaciones más que favorables para el oficialismo presidencial. Carlos Menem no pudo repetir siguiera el buen segundo lugar que obtuvo en las elecciones senatoriales del 2005 con un 40% de los votos. Con este magro resultado parece ser su tumba política para sus aspiraciones de un retorno con gloria. Y este tiempo de derrota del riojano genera una zona incierta para quienes con Menem sumaron a los Rodríguez Saá, Ramón Puerta y Jorge Sobisch al peronismo que prometía restaurar el tiempo perdido con su acta fundacional firmada en Potrero de los Funes. Si algunos de los hermanos puntanos no asume la decisión de encabezar esa fórmula, ni tampoco el misionero, deja el camino para que el peronismo anti K quede a modo de testimonio en manos de un actor extra cuyano, el neuquino Jorge Sobisch junto al versátil hombre de letras Jorge Asís.
GABRIEL RAFART (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Profesor de Derecho Político de la UNC.