El tiempo que transita la gestión de Jorge Sobisch es el característico de un fin de ciclo. Lo único que torna azarosa su despedida del poder es la campaña presidencial y el creciente y costoso empeño por hacerse notar en el escenario nacional a fuerza de solicitadas y ruidosas declaraciones.
Cuando la semana estaba culminando, Sobisch les dijo adiós a sus socios menemistas y anunció que se presentará como candidato a presidente con Jorge Asís como aspirante a la vicepresidencia.
Sobisch tenía intenciones de definir las candidaturas dentro del peronismo antikirchneristas, a más tardar el viernes último. Pero su propuesta fracasó y activó el plan alternativo: anunció que el próximo 26 se pondrá en carrera sin el respaldo del peronismo ortodoxo y dijo, en entrevistas concedidas a diarios nacionales, que tiene la "sensación" de que puede ser presidente.
Esa sensación a la que alude el gobernador no está reflejada en las encuestas. En su entorno confían en que, una vez instalado como candidato, su posición mejorará.
La energía puesta por Sobisch en el objetivo electoral ha dejado definitivamente en segundo plano su gestión de gobierno. En consecuencia, el orden de prioridades se ajustará cada vez más a sus intereses y no a los del conjunto de la sociedad.
La actual gestión ya está sometida a presiones que irán creciendo a medida que vayan cayendo las hojas del calendario. En los últimos días los conflictos sectoriales volvieron a imponerse en la agenda local y no han sido sólo los gremios estatales los que plantearon batalla, en este caso por una nueva recomposición salarial. También surgieron reclamos de otros sectores de la comunidad que quieren definir cuestiones pendientes antes del 10 de diciembre.
En el centro de la provincia irrumpieron los camioneros de Zapala que cortaron la Ruta 22. Pretendían subsidios del Estado para renovar sus transportes; y los bomberos voluntarios se movilizaron desde diferentes puntos de la provincia a la capital para pedirle ayuda al gobierno.
Antes de partir rumbo a Buenos Aires, donde viajó para participar de reuniones vinculadas con la campaña nacional, Sobisch dijo que resulta "imposible" otorgar un nuevo incremento salarial a los empleados públicos. Destacó que de un total de 200 millones de pesos que mensualmente recauda la provincia, 123 millones se destinan a sueldos. Admitió que la masa salarial llegó a un límite que ya no se puede superar.
Los dirigentes que están al frente de los gremios que agrupan a los empleados públicos no creyeron en su palabra. En el fondo porque saben que esa intransigencia inicial puede ser, como ocurrió en otras ocasiones, un punto de partida para comenzar a hablar nuevamente de distribución de los recursos.
Además, sostienen que el gobernador distribuye préstamos y recursos "entre sus amigos".
Lo recordado por los sindicalistas en el acto realizado frente a Casa de Gobierno no sorprende. Sobisch ha dicho, años atrás, que prefería distribuir créditos entre los amigos.
Aquella confesión pública de Sobisch terminó asociando su gestión a los empresarios de las bodegas y viñedos de San Patricio del Chañar y Añelo, y al sector privado de la salud que se benefició con préstamos y contratos exclusivos en servicios médicos.
En el sentido contrario a la expansión que tuvo el sector privado de la medicina viaja hoy la salud pública, envuelta en una crisis sin precedentes que afecta a todo el sistema, el cual supo de glorias pasadas.
En los hospitales hay dificultades hasta con los medicamentos. Esta semana se conoció que profesionales del servicio de Salud Mental del hospital Castro Rendón compran, con dinero de su bolsillo, drogas indispensables para los pacientes.
El ministro del área, Fernando Gore, dijo que ya no hay tiempo para encontrar soluciones de fondo a la crisis de Salud y dio a entender que la tarea quedará pendiente para la próxima gestión.
Lo dicho por el ministro es un reconocimiento sincero de lo que se piensa en el gobierno actual. Se ha instalado la teoría de la política de mantenimiento más que la de gestión.
No sólo paraliza el recambio de funcionarios de un gobierno que se va y de otro que está llegando, sino que Sobisch, al priorizar su proyecto personal, no da el ejemplo. Es el piloto automático el que se va imponiendo mientras Sobisch sueña con la Casa Rosada.
La idea de hallar un espacio de diálogo para la transición entre el gobierno de Sobisch y el de Jorge Sapag sigue congelada.
El gobernador instruyó al secretario general de la Gobernación, Rodrigo Salvadó, para que coordine el primer encuentro con Horacio Lores, candidato a senador y operador de Sapag.
El contacto finalmente no se produjo y la transición sigue en tiempo de espera, mientras los conflictos se van acumulando.
En materia de presiones sectoriales, algo parecido le ocurre a Horacio Quiroga en el nivel municipal. El intendente de la capital tuvo que cerrar este año la renovación del contrato de la cooperativa eléctrica CALF con aumento de tarifa incluido, y ahora impulsa una suba en el precio del boleto que genera polémica, porque el nuevo valor servirá para financiar un nuevo sistema prepago de pasaje.
El negocio ha sido concesionado al grupo que encabeza Benito Roggio, que ya tiene aquí el contrato para la recolección de residuos domiciliarios y el gerenciamiento de la terminal de ómnibus.
A Quiroga también lo presionan los choferes con más licencias de taxis y los hacen los empleados municipales con otro pedido de aumento de sueldo.
La segunda mitad del año no será sencilla para Sobisch ni para Quiroga.
Si consideran que la salida del poder es un recreo, serán vulnerables a las presiones o indiferentes a los problemas. Si no lo toman de ese modo, seguirán gobernando hasta el 10 de diciembre.
GERARDO BILARDO
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