Sábado 18 de Agosto de 2007 Edicion impresa pag. 28 > Internacionales
¿Un frente asiático anti-EE. UU.?

Con dos gestos simultáneos -la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) en Bishkek y las maniobras conjuntas en los Urales-, Rusia, China e Irán dieron el primer paso para un posible frente destinado a limitar la influencia casi ilimitada que tiene Estados Unidos desde la caída del bloque soviético.

La OCS fue creada en 2001 por Rusia, China, Kirguistán, Kazajistán, Uzbekistán y Tayikistán) para combatir el terrorismo y el separatismo, pero desde la óptica de Moscú y Pekín, es decir contra los riesgos que despuntan en sus respectivas zonas de influencia.

Aunque Irán no es miembro activo, la participación del presidente Mahmoud Ahmadinejad en la cumbre Bishkek le dio a la OCS un carácter de frente anti EE.UU.

Los seis países miembros niegan haber formado una alianza antioccidental, aunque muchos analistas consideran que la OCS se va afianzando para ejercer de contrapeso frente a la expansión estadounidense en la región. Esa impresión se acentuó cuando el presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad sacó el tema del escudo antimisiles de Estados Unidos del contexto europeo y lo colocó en un marco internacional.

Rusia había interpretado esa presencia como una amenaza directa contra su territorio y consideró esas bases como una intrusión en un área que formaba parte del santuario soviético. En cambio, China había permanecido hasta ahora fuera del juego.

La cumbre de Bishkek adquirió un carácter especial este año en el marco de la creciente influencia de Estados Unidos y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Asia Central, una región estratégica y muy rica en hidrocarburos, que China y Rusia consideran como parte de su patrimonio. "En gran parte es una voluntad de crear una alternativa a los planes estadounidenses de dominación", confirma el profesor de ciencias políticas Alexandre Kniazev.

Si bien la OCS niega públicamente sus intenciones de crear un frente anti-norteamericano, los pronunciamientos de los presidente Vladimir Putin (Rusia) y hu Jintao (China), sumadas a las severas posiciones de Mahmoud Ahmadinejad, parecen orientarse en esa dirección.

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