En el siglo III, el imperio romano estaba en su apogeo y los rollos de papiro eran reemplazados por las hojas de cuaderno. El mundo tenía 200 millones de habitantes y a pocos metros del río Limay, alguien -tal vez la madre- despedía al pequeño cuyos huesos fueron descubiertos ahora.

Los entierros son clave para saber de los pueblos originarios y el bebé que mamó de la teta de su mamá probablemente hasta que se murió sumará información a la ciencia. En Neuquén, precisamente., se encuentra en desarrollo un análisis comparativo sobre las características bioantropológicas, craneométricas y de funebría de las antiguas poblaciones.

En la estepa arbustiva hay identificados diez sitios arqueológicos y un estilo para hacer los entierros. Ya en el siglo XIX el perito Francisco P. Moreno describió la práctica de formar acumulaciones de piedra que cubrían al difunto en la cumbre de pequeñas elevaciones. (AN)