FRANKFURT.- La industria textil de China. Los vendedores de seguros de Francia. Los empleados de fábricas en Brasil. Vidas diferentes en continentes diferentes. Pero todos ellos, en este mundo asombrosamente entrelazado, están siendo arrastrados por una crisis en los mercados crediticios que hacen surgir el fantasma de una debacle financiera.
Las torpezas en la concesión de préstamos a ciudadanos de lugares como Minnesota y Nueva Jersey están estremeciendo las economías mundiales como un maremoto, causando enormes bajas en las bolsas de valores, amenazando las pensiones y afectando los precios de todo, desde el petróleo hasta las neveras.
En períodos como éste, la globalización parece una mala palabra. "Todos nos sentimos amenazados; los problemas de la bolsa de valores tienen consecuencias en la economía de Estados Unidos y el resto del mundo'', expresó Gabriella Savarini, ama de casa de 69 años en Roma. "Estados Unidos afecta a todos, para bien o para mal''.
A medida que los estadounidenses dejan de pagar sus préstamos hipotecarios, aumentan las preocupaciones sobre el impacto en el resto del mundo.
Para peor, nadie sabe realmente cuánto dinero se invirtió en un mercado que dio facilidades para conceder préstamos hipotecarios a personas de bajos recursos y que ahora está casi paralizado. Esto se debe a que gran parte de la deuda hipotecaria ha sido estructurada en forma de paquetes vendidos a los fondos de pensiones, bancos y otros fondos de inversión ansiosos de colocar su dinero a intereses elevados, por lo que es imposible calcular la cuantía invertida.
En una medida sin precedentes, los bancos centrales de todo el mundo han aportado miles de millones de dólares a los sistemas bancarios para que los mercados conserven su liquidez. "Es algo muy, muy parecido, aunque en menor escala, a lo que sucedió en 1998, cuando Rusia suspendió los pagos de su deuda y repentinamente a los granjeros de Kansas les costaba conseguir dinero'', explicó Kenneth Rogoff, ex funcionario del Fondo Monetario Internacional y quien enseña en la Universidad de Harvard. (AP)