| No pretendemos que este escrito transite o se lo interprete como una clase de dendrografía; simplemente renovamos nuestro amor sí, amor por esa especie viva que acompaña a otras en la ecología humana: el árbol. Sin la perennidad que le adjudica botánicamente el diccionario de la RAE nos referimos a él, cobijándonos con el título de esta nota, lo ampliamos a todo el mundo vegetal, especialmente, en este caso, a la silvicultura. Antes de Cristo podemos citar a Estrabon, geógrafo griego, hablando de los bosques en tierras altas del Mediterráneo; a Homero, de "los bosques de la isla Samotracia y de los pinos y robles de Sicilia", y a Platón, en uno de sus diálogos, "Theages", expresando "Las plantas, los animales, el hombre, en suma, todas las cosas, obedecen a un mismo plan" y que en "Crítias" uno de los treinta tiranos atenienses menciona "la destrucción de los bosques y de un Atica que poco tiempo antes había estado forestado", referido a la antigua provincia griega. En la actual Europa hubo grandes áreas boscosas hace varios miles de años, "el hombre primitivo no había necesitado talar, se servía de los troncos caídos" y en su ambiente el bosque tenía mucha influencia. Corriéndonos más en el pasado, recordemos que el árbol estuvo en la creación bíblica aunque fuera partícipe del "pecado original": "El Señor plantó un jardín en Edén, al oriente, y puso allí al hombre e hizo brotar del suelo toda clase de árboles... Hizo brotar el Arbol de la Vida en medio del jardín; y el Arbol del Conocimiento del bien y del mal". "La protección de los árboles es uno de los mandatos bíblicos. Hacerlo es reconocer su importancia en tierras que son difíciles de reforestar. Así las leyes de Moisés recuerdan al hombre que el árbol no es su enemigo... no destruyas su arboleda metiendo en ella hacha, porque de ella comerás". (Brailovsky A. E., 2005) El árbol siempre acompañó y acompaña al hombre, desde la cuna de madera hasta el féretro final. Cien formas de su madera ayudaron y ayudan en su existencia, innecesario es describirlas, y cuando el metal no tenía preeminencia, la madera de las naves impulsó viajes marítimos, fue lumbre para aminorar el frío, medio para cocimiento de alimentos, fabricación de armas y hasta papiro en la iniciación de la escritura. Y mucho más que el árbol aprisiona como historia. Más cercano en los años, tenemos las palabras de Domingo Faustino Sarmiento: "Un árbol que hemos visto nacer, crecer y llegar a la edad provecta, es un ser dotado de vida, que ha adquirido derechos a la existencia, que lee en nuestro corazón, que nos acusa de ingratos, y dejaría un remordimiento en la conciencia, si lo hubiésemos sacrificado sin motivo legítimo... Un día, oyóse el golpe mate del hacha en el tronco añoso del árbol, y el temblor de las hojas sacudidas por el choque, como los gemidos lastimeros de la víctima...", referido a la famosa higuera a cuya sombra trabajaba su madre. Y Marcos Sastre en su popular libro diría: "Los árboles depuran la atmósfera de los gases perniciosos, exhalan el oxígeno que nos da la vida, depuran y fecundan el suelo que los nutre, después de colmarnos de sus dones", agregando: "Con dolor se ven caer ya los bellos árboles que hacían la delicia de nuestro Tempe a los golpes del hacha, acerada como los corazones en que el interés ha ahogado el sentimiento de lo bello, y ciega como la ignorancia que labra su propia ruina". Claro, modernamente aquellas hachas han sido sustituidas por las motosierras, intencionales incendios forestales e intentos de canje de deuda externa por bosques, para eliminar esas importantes vidas vegetales casi siempre por intereses económicos. Pero existen otros aspectos importantes que hacen directamente al medio ambiente, a la ecología humana y a la de otros seres vivos. El cambio climático está en los primeros lugares. No es necesario ser experto en silvicultura para poder apreciar la gran preocupación mundial de que informan los medios de comunicación sobre desaparición de especies vegetales y animales, ozono, contaminación ambiental, desertificación, biósfera, deforestación, desaparición de especies vegetales y animales y otros temas afines que han comenzado a conspirar abiertamente contra la vida planetaria sostenible. Los bosques y las selvas pequeños o grandes miden su importancia al convertir el CO2 a través de la fotosíntesis o, más simplemente, disminuir el efecto invernadero por medio de los árboles absorbiendo el anhídrido carbónico que producen por ejemplo los combustibles fósiles en la era del automóvil, cada vez con mayor producción. Las cifras relacionadas con deforestación o desmonte son más que inquietantes y el comentario por sí solo ocuparía un libro. En casi todo el país vía municipios pocos, provincias y Nación existen planes forestales y áreas dedicadas a la forestación, pero en la Patagonia, especialmente, todo lo que se concrete sobre el tema siempre resultará insuficiente. La reducción como esperanza del cambio climático tiene y tendrá en la forestación y reforestación grandes aliados para aminorar las emisiones de carbono y, por supuesto, cuidando en extremo nuestros bosques en todos los aspectos, como se cuida la vida humana: agua, alimentos, "agronomía médica", etc. Aspecto muy importante es la enseñanza desde la escala infantil de los beneficios que reportan el árbol, el monte y la selva, como bienes privados, sociales y comunitarios. Ya sabemos de lo ocurrido en algunas zonas del centro-norte del país con el hacha y la sierra: cambio climático, erosión de suelos, eliminación de fauna autóctona, aparición de plagas y enfermedades y otras calamidades de conocimiento público. ¿Se está o no a tiempo? Tenemos nuestras dudas, más porque no somos especialistas, pero diariamente existen realidades en todo el mundo que nos introducen en estos escritos, con cierto temor, para qué ocultarlo, cuando nos enteramos de catastróficas inundaciones, más que altas temperaturas en el verano europeo, inexplicables sequías y últimamente el giro brusco hacia los biocombustibles ante la evidencia de pronto agotamiento de combustibles fósiles y el peligro de que el uso de vegetales para tal fin sea sustrayéndolos como alimento humano. El afán de lucro inmediato comienza a palparse elimina árboles y arbustos para dar paso a la soja, por ejemplo. Hay otros ejemplos. Estamos en el mes del árbol. Plantemos aunque sea uno pero, principalmente, no apaguemos la vida de los existentes, porque los necesitamos para una vida mejor. Y también el aire y los pájaros. Bibliografía y fuentes principales: Dic. Enc. Hispano Americano, varios, 1937. Benetti S., Biblia temática, 1993. Norverto C. A., Los recursos, 1997 y Un camino verde, 1995. Varios, Taller, los impedimentos (ACLA), 1998. Brailovsky A. E. y Foguelman D., Memoria, 2000 y La ecología, 2005. Sastre M., El tempe, 1954. Berdiales G., Infancia de Sarmiento, 1938. Consejo Publicitario Argentino, Medio ambiente, 1991. Cuisin M., Qué es la ecología, 1982. Randle P. H., Más allá de la economía y Despojo del patrimonio, "La Prensa", 1989. Diario "Río Negro", Una apuesta al futuro, 2/1989. "La Nación", El IFONA intensifica, 1989. Pérez Morando H., Formidable recurso y la "La salud" de la Patagonia, RN, 2006/07. Archivo del diario "Río Negro". Biblioteca Patagónica (VECh) y otros. HECTOR PEREZ MORANDO (*) Especial para "Río Negro" (*) Periodista. Investigador de historia patagónica | |