En el mundo actual, la puesta en venta de un solo producto defectuoso puede resultar suficiente como para arruinar la reputación de la empresa responsable, a menos que su imagen ya sea tan buena que los clientes en potencia estén dispuestos a minimizar su importancia, y el mismo principio también es posible aplicarlo a naciones enteras, razón por la cual las autoridades chinas no pueden sino sentirse sumamente preocupadas por el descubrimiento de que entre los juguetes que fabricantes de su país exportaron a Estados Unidos había algunos que contenían pintura tóxica. Para muchos, es más evidencia de que los productos chinos no son confiables y que por lo tanto sería mejor no comprarlos, lo que puede ser injusto pero así y todo es inevitable en una época en la que a menudo resulta comercialmente decisiva la imagen de una empresa o país. Como es lógico, quienes tienen buenos motivos para temerle a la competencia china procurarán hacer pensar que no se trata de un descuido excepcional, sino que lo atribuirán a la falta de escrúpulos de los fabricantes de ese país.
Además de tener que retirar del mercado norteamericano millones de juguetes presuntamente afectados por el empleo de pintura tóxica, la empresa Mattel que, como tantas otras multinacionales, aprovecha las oportunidades brindadas por la creciente capacidad manufacturera de China se ha visto obligada a tomar medidas igualmente drásticas en muchos otros países, entre ellos el nuestro, aunque afirma que es nulo el peligro de que los productos que comercializa aquí contengan cantidades peligrosas de plomo por haber sido cuestión sólo de una partida determinada. Puede que esté en lo cierto, pero dadas las circunstancias los diversos gobiernos no tienen más alternativa que someterlos a un análisis exhaustivo, lo que con toda seguridad perjudicará no sólo a Mattel misma y su marca Fisher-Price, sino también a todas las empresas que dependen de la producción fabril de China y otros países asiáticos emergentes. Aun cuando se pruebe que los juguetes analizados cumplen con las normas de seguridad, habrá incidido mucho en las ventas la repercusión mundial que ha tenido el episodio desde que, de resultas de una inspección interna, la empresa informó que más de ochenta juguetes podrían contener sustancias tóxicas.
Como siempre sucede cuando un país considerado atrasado procura conquistar mercados en el exterior, los chinos tendrán que superar la resistencia de quienes temen verse desplazados, lo que podrán hacer con mayor facilidad si para proteger al consumidor es lícito prohibir la comercialización de algunos bienes producidos por el nuevo rival. Hasta que "fabricado en China" sea tomado por una garantía de calidad, los consumidores seguirán prefiriendo productos procedentes de países que a través de los años han ganado el respeto de todos. Es posible que andando el tiempo China lo logre, pero antes de que ello ocurra tendrá que organizar un sistema de controles que sea mucho más eficaz que el existente, como en efecto hizo el Japón después de la Segunda Guerra Mundial. Hace apenas medio siglo, el Japón era célebre por la calidad deficiente de los bienes producidos por sus fábricas, pero en un lapso relativamente breve consiguió mejorar su reputación hasta tal punto que en muchos sectores avanzados resultó superior incluso a la de Alemania.
Con todo, aunque hay cierto parecido entre la industrialización tardía de China y la emprendida por el Japón un siglo antes, las diferencias son significantes. Por depender mucho menos de las inversiones extranjeras, los japoneses crearon docenas de empresas multinacionales propias que pronto se hicieron mundialmente famosas, pero todavía no hay una sola empresa china que sea conocida fuera de las fronteras del país, puesto que el grueso de los productos que exporta fue diseñado por norteamericanos, europeos o, huelga decirlo, japoneses. Aunque en última instancia las multinacionales son responsables de controlar la calidad de lo producido por sus socios chinos, parecería que resultan demasiado propensas a dar por descontado que los obreros que emplean prestarán tanta atención a todos los detalles como suele ser el caso en sus países de origen, motivo por el que empresas como Mattel se encuentran a veces con productos que son claramente deficientes.