Martes 07 de Agosto de 2007 Edicion impresa pag. 37 > Deportes
El centro capitalino se volvió "Loco"
Miles de personas hicieron hasta lo imposible por tener contacto con los ídolos.

NEUQUEN (AN).- La histeria se apoderó de todos. Niños llorisqueando, mujeres nerviosas, excitadas, jóvenes pujando hasta el último aliento por un autógrafo, una foto, al menos una sonrisa. Por una pasarela algo desprolija, al estilo de las estrellas de Hollywood, Rodrigo Palacio y Martín Palermo hicieron hasta lo imposible por conformar a un océano de brazos que intentaba tocarlos, acariciarlos, sentirlos.

Los ídolos convulsionaron el corazón del centro neuquino. Provocaron un estado de locura que en un momento hasta conspiró con el espectáculo que trajo la empresa Megatone. Sobre la calle Alcorta, unas 3.000 personas (para la Policía hubo más de 4.000) se transformaron en una marea humana dispuesta a todo por un gesto de la dupla más cotizada del fútbol argentino.

La 'movida' empezó en Cipolletti. Pa-Pa firmó autógrafos, deleitó con un rápido fútbol-tenis y hasta mantuvo contacto con el periodismo regional. En la vecina ciudad hubo similares complicaciones y hasta el propio Palermo debió tomar el micrófono y pedir orden (ver Pág. 36).

El raid de los atacantes (que llegaron a Neuquén en el avión de las 9.30 y se tomaron el último vuelo de ayer) se complicó cuando cruzaron el puente. Mientras ellos aguardaban en un céntrico hotel, llovían los hinchas 'xeneizes' sobre la calle Alcorta.

Dentro del comercio, la preocupación iba en aumento. No había ambulancia y las vallas de contención recién se estaban colocando. Los periodistas pululaban entre los costosos artefactos electrónicos y una intranquila locutora pedía "por favor" a los jóvenes que chocaban con el pecho las rejas de protección. "¡Martín, Martín!", enloquecía una adolescente, pidiendo la atención del goleador para capturalo por siempre con su cámara digital.

El delirio generalizado nada tenía que ver con los gestos aniñados y despreocupados de Palacio. El bahiense, cansino en su andar, entró en el local, se acodó en una de las exhibidores y no dejó remera o papelito sin firmar.

El fastidio de Palermo fue justificado. Las avalanchas no perdonaron a nadie y varios niños (incluso un par de embarazadas) quedaron presos, con las rejas clavadas en el rostro. Fue él quien decidió suspender la conferencia de prensa en Neuquén y el que dio la orden de salir para no volver. "No se qué quieren hacer", repetía Martín cuando ingresó por primera vez, después de estampar un par de remeras con su apellido.

La última salida, la definitiva, provocó una explosión fenomenal. Y todos los presentes hicieron hasta lo imposible por tocarlos, acariciarlos, sentirlos.

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