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La dupla de América conmovió a los boquenses zonales | ||
Palacio y Palermo estuvieron en Cipolletti y Neuquén. Hablaron de la actualidad y los objetivos "xeneizes" | ||
NEUQUEN (AN).- La histeria se apoderó de todos. Niños llorisqueando, mujeres nerviosas, excitadas, jóvenes pujando hasta el último aliento por un autógrafo, una foto, al menos una sonrisa. Por una pasarela algo desprolija, al estilo de las estrellas de Hollywood, Rodrigo Palacio y Martín Palermo hicieron hasta lo imposible por conformar a un océano de brazos que intentaba tocarlos, acariciarlos, sentirlos. Los ídolos convulsionaron el corazón del centro neuquino. Provocaron un estado de locura que en un momento hasta conspiró con el espectáculo que trajo la empresa Megatone. Sobre la calle Alcorta, unas 3.000 personas (para la Policía hubo más de 4.000) se transformaron en una marea humana dispuesta a todo por un gesto de la dupla más cotizada del fútbol argentino. La ‘movida’ empezó en Cipolletti. Pa-Pa firmó autógrafos, deleitó con un rápido fútbol-tenis y hasta mantuvo contacto con el periodismo regional. En la vecina ciudad hubo similares complicaciones y hasta el propio Palermo debió tomar el micrófono y pedir orden (ver Pág. 36). Dentro del comercio, la preocupación iba en aumento. No había ambulancia y las vallas de contención recién se estaban colocando. Los periodistas pululaban entre los costosos artefactos electrónicos y una intranquila locutora pedía “por favor” a los jóvenes que chocaban con el pecho las rejas de protección. “¡Martín, Martín!”, enloquecía una adolescente, pidiendo la atención del goleador para capturalo por siempre con su cámara digital. El delirio generalizado nada tenía que ver con los gestos aniñados y despreocupados de Palacio. El bahiense, cansino en su andar, entró en el local, se acodó en una de las exhibidores y no dejó remera o papelito sin firmar. El fastidio de Palermo fue justificado. Las avalanchas no perdonaron a nadie y varios niños (incluso un par de embarazadas) quedaron presos, con las rejas clavadas en el rostro. Fue él quien decidió suspender la conferencia de prensa en Neuquén y el que dio la orden de salir para no volver. “No se qué quieren hacer”, repetía Martín cuando ingresó por primera vez, después de estampar un par de remeras con su apellido. | ||
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