Martes 07 de Agosto de 2007 Edicion impresa pag. 44 > Cultura y Espectaculos
Recetas de los asesinos y los detectives
La comida aparece en muchas veces en las novelas policiales, algunos de sus protagonistas son exquisitos, otros frugales y otros no le daban mucha importancia, pero diferentes platos estaban presentes en sus historias. Raquel Rosemberg lo notó y realizó en "Sabores que matan" un relevamiento de los gustos de asesinos y detectives.

BUENOS AIRES, (Télam).- Los ingredientes que usó Raquel Rosemberg para escribir "Sabores que matan" (Editorial Paidós) no son los de una receta económica: contiene novelas policiales leídas a discreción, los gustos gastronómicos de sus protagonistas y el recetario incluido en estos libros u otros para satisfacer esos placeres.

"Todo empezó en un seminario sobre novela negra que dictó Oscar Landi. Allí me di cuenta de que los protagonistas de la serie negra, los seres de Dashiell Hammet o de Raymond Chandler, comían mal", comenta esta periodista que se gana la vida escribiendo en suplementos de gastronomía y guías gourmet.

Por oposición, los personajes de las policiales del género inglés, como Sherlock Holmes o el inspector Maigret, "son todos exquisitos en sus gustos, de buen comer, buen beber y buen fumar".

Cruzando intereses, al cabo de años la biblioteca de Rosemberg se llenó de páginas subrayadas a lápiz en las que encontraban la ingesta de los personajes, estableciendo un preciso nexo entre lo culinario y lo literario.

A fines de los 90, Rosemberg escribió sus primeros artículos para "Pistas", una revista policial atípica dirigida por el fallecido Enrique Sdrech, donde volcó los textos referidos a la comida de la mafia, que ahora es sólo una de las tres parte que integran el libro.A esas notas, con las recetas de la "pasta y fagioli" (porotos) o los "boccachiusa" (alcauciles macerados con limón y luego hervidos) de la "mamma" de Mario Puzzo, les sumó recetas de los "detectives en su salsa" y luego las de los escritores, llamados acá "crímenes de autor".

Los platos de Truman Capote, una tarta de cerezas y unos aros de cebolla fritos, representan al Estados Unidos blanco, puritano, familiar y alejado del alcohol de las víctimas de "A sangre fría" y al negro, adicto, huérfano, borracho y con aroma a aceite rancio de frituras baratas que comen los asesinos.

Phillip Marlowe, el detective desencantado de Chandler, toma litros de café hecho con una receta propia al que agrega leche, azúcar o whisky, pero no come, mientras el inspector Maigret, de George Simenon, es un gran gourmet alimentado por su esposa alsaciana cuya especialidad es el boeuf bourguignon (estofado de buey al vino de Borgoña).

Pepe Carvalho, el detective marxista y gourmet de Manuel Vázquez Montalbán, nos da sus recetas de berenjenas al estragón y las del chimichurri conseguidas en un viaje a Buenos Aires para filosofar acerca de que la forma de la cocina es una metáfora de la cultura humana.

El libro de Rosemberg tiene también su toque de argentinidad con las recetas de empanadas de las mujeres asesinas y los bombones envenenadores de la Circe de Julio Cortázar.

En tren de elegir un plato, Rosemberg se inclina por el preferido del detective Salvo Montalbano, creado por Andrea Camillieri: los aranccini sicilianos, unas bolas de risotto con carne de ternera y cerdo en el medio, pasadas por harina o pan rallado y fritas.

Pero su aspiración no es meramente alimenticia, sino para que "el lector levante la olla y prueba algo de lo que está escrito y luego le de hambre y sed de seguir comiendo las cosas de esos autores".

Use la opción de su browser para imprimir o haga clic aquí