Tres años después de que muriera Stalin, Nikita, que lo conoció bien y sobrevivió a las purgas como no ocurrió con muchos allegados, lo definió como un "demente suspicaz". "¿Por qué usted me esquiva los ojos hoy?", interrogaba a sus interlocutores, quienes acudían en cómodos automóviles al despacho del jefe supremo con el temor de no conocer el regreso. La conspiración fue marca registrada del estalinismo y de la época.
"Tenemos enemigos internos", dijo Stalin en 1928. Nikolai Ivanovich Bujarin (1888-1938) había sido elogiado por Lenin junto a otros cuatro dirigentes, por ser en ellos en quienes descansaba la revolución. El sexto, Stalin, liquidó a los otros cinco. Bujarin había dicho que Stalin conducía el país al hambre, a la ruina y a un régimen policíaco, y lo había comparado con Genghis Khan. Fue fusilado en 1938 como enemigo del pueblo; se desconoce dónde fue ejecutado y dónde se lo sepultó.
El XVII Congreso del Partido Comunista apoyó a Stalin en su intento por destruir desviaciones de derecha y el líder decidió exterminar a la vieja guardia bolchevique. Arendt lo compara con "la solución final" de Hitler y agrega que al mandato de "tú matarás" Stalin incorporó el de "tú levantarás falso testimonio". En el congreso de 1934 llamado "De los Triunfadores', Stalin expresó: "No hay nada más que demostrar y, según parece, nadie con quien luchar".
Las víctimas del Primer Plan Quinquenal (1928-1933) fueron de 9 a 12 millones de personas, en tanto que durante la Gran Purga fueron ejecutados 3 millones de personas y detenidas y deportadas entre 5 y 9 millones. La Nueva Política Económica se impuso con sangre y fuego a los campesinos que la resistieron; "es mejor no haber nacido que unirse al koljós", afirmaban. Significó la colectivización de la agricultura y la abolición de la propiedad privada para orientar la expansión de la industria soviética.