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Martes 31 de Julio de 2007
 
Edicion impresa pag. 20 y 21 >
La izquierdasensata

Tanto en Cuba como en Venezuela se ha desatado un intenso debate sobre el modelo de socialismo al que aspiran ambos países para el siglo XXI. El fracaso evidente del burocrático socialismo de Estado practicado en Cuba no lo hace un ejemplo atractivo para el joven "socialismo bolivariano" de Hugo Chávez. Se oyen voces críticas hacia el anacrónico modelo, pero todavía los sectores más radicales lo viven como una traición a los ideales comunistas.

El discurso de Raúl Castro del pasado 26 de julio aniversario del asalto al Cuartel Moncada, acción armada que marcó el comienzo de la lucha revolucionaria de Fidel Castro en 1953 ha sido significativo. El considerado dirigente más pragmático de la Revolución Cubana señaló que, "para preservar la revolución, Cuba cambiará lo que tenga que cambiar en lo económico". Dijo ser muy consciente de las duras condiciones en que vive actualmente el pueblo cubano y anunció que se introducirán "cambios estructurales y de concepto" en la agricultura, los servicios y la industria.

"Estamos en el deber de transformar concepciones y métodos que fueron los apropiados en su momento pero han sido ya superados por la vida", afirmó Raúl Castro, quien también ofreció un "ramo de olivo" al gobierno de Estados Unidos que salga de las elecciones del 2008. En un ejercicio de realismo, el hermano de Fidel no se privó de mencionar todos los asuntos críticos de la economía cubana: la ineficiencia de la agricultura y la industria, la falta de transportes, la escasez de alimentos y los salarios "claramente insuficientes".

Por otra parte, la semana pasada, en su discurso de despedida del cargo, el ex ministro de Defensa de Venezuela, Raúl Baduel, pronunció en presencia de Chávez frases del siguiente tenor: "Debemos inventar el socialismo del nuevo siglo, pero no de una forma caótica y desordenada... antes de redistribuir la riqueza, debemos crearla. No podemos redistribuir lo que no tenemos".

Raúl Baduel no sólo es un general que ha estado entre los fundadores del Movimiento Revolucionario Bolivariano. Es también el militar que con su amenaza de marchar sobre Caracas obtuvo la liberación de Chávez cuando se produjo el golpe de Estado de abril del 2002. Es probable que ahora encabece el nuevo Partido Socialista que está en vías de formación.

En su discurso, el militar chavista alertó sobre los riesgos de repetir los errores que llevaron al fracaso de los sistemas comunistas. Advirtió que un sistema en el que el gobierno asuma todos los sectores productivos y los servicios sería una pésima alternativa al capitalismo neoliberal que se pretende erradicar.

Señaló por último que el socialismo que se pretende instaurar en Venezuela no tiene que estar reñido con la democracia ni con la propiedad privada. "Debe estar claro que un sistema socialista de producción no es incompatible con un sistema político profundamente demócrata, con controles y separación de poderes".

Estas coincidentes manifestaciones de sensatez en Cuba y Venezuela constituyen una corriente de aire fresco que puede ayudar a renovar viejas y caducas ideas de la izquierda dogmática. Implantar en Venezuela una suerte de capitalismo de Estado como el que se practicó en la Unión Soviética o mantenerlo en Cuba a rajatabla es un pasaporte seguro para el fracaso. Hoy en día es impensable un modelo económico que no respete la libre iniciativa de los particulares operando en un mercado regulado por el Estado.

Ahora bien. La implosión de la Unión Soviética no señala sólo el fracaso de los sistemas de economía centralizada y burocrática. Marca también a fuego la inoperancia de las "dictaduras iluminadas" que fijan políticas invocando retóricamente el apoyo del pueblo. Así cancelan toda posibilidad de crítica e impiden que los inevitables errores de gestión política se corrijan a tiempo.

Un sistema de democracia real, en donde la ciudadanía tenga la posibilidad cierta de cambiar a los gobernantes ineficientes manifestando su voluntad en elecciones libres y democráticas, es condición inevitable de cualquier moderno sistema de gobierno. La aspiración legítima a alguna forma nueva de socialismo no puede servir de pretexto para la reproducción o permanencia de anacrónicas dictaduras unipersonales. Es un parámetro que ha incorporado definitivamente la izquierda sensata.

 

ALEARDO F. LARIA (*)

Especial para "Río Negro"

(*) Periodista y abogado

 
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