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Viernes 27 de Julio de 2007
 
Edicion impresa pag. 27 > Sociedad
Pasó la crisis, pero aún muchos acuden al trueque
En Roca, más de 300 personas se reúnen a intercambiar productos. "Vienen a buscar mercaderías que acá son más accesibles", aseguran.

ROCA (AR).- ¿Quién dijo que desaparecieron luego de que pasó la crisis? Los clubes del trueque, quizá menos rimbombantes y mediáticos que antes, siguen subsistiendo en los barrios. Su vida les sigue brindando sustento y alternativas a cientos de familias que, entre dos y tres veces por semana, se reúnen para intercambiar todo tipo de productos que ayudan, sin dudas, a la economía familiar.

En Roca, el club del trueque es capaz de reunir, en un solo día, hasta más de trescientas personas a pesar de que el lugar es escaso. Trocan sus productos por otros, o por los viejos y conocidos "créditos", la moneda que se hizo corriente y popular con el tiempo.

Si bien el rol principal de estos clubes que se abrieron paso ante la cambiante situación financiera del país fue poder adquirir elementos de la canasta básica alimentaria, con el paso de los años los objetivos se fueron engrosando y hoy se han convertido también en un espacio de socialización, de encuentro, de revalorización de los productos hechos en casa y de las cualidades y capacidades de cada uno de todos los que allí participan. Hoy algo de eso, o todo, es lo que se alcanza a ver en el trueque.

¿Cómo funciona? Dos veces por semana, miércoles y sábado, los participantes del club se reúnen en un espacio, a la intemperie, ubicado en barrio Modelo de Roca. Otras veces también se juntan en Islas Malvinas. Desde afuera suele verse un movimiento inusual. Bicicletas acumuladas, autos que van y vienen, taxis que llegan casi vacíos y se van con gente repleta de cosas. Y adentro también. Son apenas unas cuantas horas de "trueque", pero alcanza. La gente camina, recorre, "es como un mundo aparte", dice Margarita, mientras revuelve entre las verduras del día.

Basta asomarse a la puerta de entrada para ver el movimiento. Paradita detrás de un tablón desnudo, sólo recostado sobre dos soportes, una señora menudita y con mucho frío (el termómetro apenas supera el bajo cero) mira pasar la gente. Sobre la madera exhibe orgullosa sus producción: panes caseros, tortas y tartas de manzana.

"Lo hago todo yo", cuenta. "Siempre cocino, me gusta hacerlo y acá siempre encuentro quien me compre", dice. "Ahora trabajo en una casa de familia pero siempre me hago mi tiempito para cocinar algo y venir. Hace más de cinco años que estoy en el trueque, y a la gente le gusta lo que hago".

Martín, parado apenas unos metros más allá, asiente con la cabeza ante la pregunta obligada sobre la marcha de la actividad. "Todo lo que traigo acá se mueve muy bien. Nunca me vuelvo con las cosas", dice el hombre, muy sencillo y algo tímido, mientras acomoda varios cajones repletos de zanahorias, papas, tomates. Es productor de verduras, y todo lo que cultiva en sus chacras lo vende en pocas verdulerías y en el trueque. "La gente consigue acá todo más barato y es buena mercadería, por eso sigue viniendo", cuenta, descifrando tal vez, la fórmula que permite aún hoy la sobrevida del trueque.

Este es el club Pequén que ya tiene casi una década de vida y cuenta con 3.600 socios, cuentan sus coordinadoras, aunque los activos son alrededor de 300.

"Es verdad, a pesar de todo el trueque sigue. Ahora más en los barrios, y recibiendo a todo tipo de gente. Hay mucha que no tiene empleo estable pero otras sí. Vienen a compartir un rato, a buscar productos que les hacen falta y que acá son mucho más accesibles que en cualquier lado", explica Etelvina Dallinger, una de las coordinadoras del club.

 

Dos productos por persona

 

Como regla general, los ingresantes sólo deben llevar dos productos para trocar. El dinero allí no existe y sólo se manejan con los créditos, que pese a que han perdido valor son la única moneda válida para el intercambio.

En el comienzo su valor fue "1 a 1" con el peso, allí cuando hizo furor y hasta en muchos municipios sirvió para pagar tasas o deudas de riego, pero hoy su valor apenas llega a los 10 centavos.

"Acá viene gente de todos lados, también de Cervantes, de Huergo", agrega otra de las coordinadoras.

Es un espacio chico para el movimiento que suele alcanzar en un día de intercambio, pero adecuado y acondicionado por sus mismos socios.

El sitio se asemeja a un laberinto, por el recorrido, y allí puede encontrarse literalmente de todo: desde alimentos, frutas y verduras, ropa nueva y usada, utensilios, alfombras, artesanías...

"Esto me ayuda un montón, es muy bueno", dice Andrea Parra, envuelta en coloridos telares que se "venden" a 100 créditos (equivalente a 10 pesos).

"Para todos es una alternativa, una salida. Hace años que vengo, y te sirve. Yo traigo cosas y me llevo verduras, ropa para los chicos... qué más puedo pedir", añade Graciela.

"La clave de esto es que es un sistema solidario -finaliza Etelvina-. Donde la gente da valor a lo que hace con sus propias manos, se les reconoce su trabajo y consigue a través de ellos otras cosas. Es lo que se hizo toda la vida, sin tanta organización, quizá por eso perdure".

 
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31/07/2007, 13:40:59
Andrea Klotz
Me hace feliz saber que aun estan de pie construyendo un espacio para el intercambio y los afectos. Son un ejemplo a seguir Que Dios los bendiga Andrea
27/07/2007, 08:24:12
monica
Esta es la parte linda del trueque, si fueran todos así estaría re-lindo, pero la gran mayoria va a vender cosas robadas y las venden todas, claro... a un precio muy accesible. Debería haber control en estos lugares.
Diario Río Negro.
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