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Viernes 27 de Julio de 2007
 
Edicion impresa pag. 20 y 21 >
La tortuga se acerca a la liebre

A diferencia del presidente Néstor Kirchner, quien eligió apostar todo al crecimiento sin preocuparse por detalles como la inflación o la necesidad de contar con energía suficiente, su homólogo brasileño Luiz Inácio "Lula" da Silva optó por privilegiar la estabilidad. Para indignación de quienes esperaban que protagonizara una aventura revolucionaria destinada a mostrar a los "liberales" que de economía no entendían nada, decidió emprender algunas reformas del tipo habitualmente recomendado por el FMI y los siempre quisquillosos mercados. Tal vez por ser de origen obrero y por lo tanto más consciente que los intelectuales de clase media de lo que significan para los pobres los altibajos financieros, Lula insistió en que al Brasil le convendría más algunos años de crecimiento relativamente lento, mientras pusiera la casa en orden para entonces estar en condiciones de asegurarse décadas de desarrollo sostenido, de lo que sería disfrutar de un período de expansión rapidísima seguida por

Tal actitud le granjeó a Lula el aplauso de la tecnocracia internacional, que se sintió gratamente sorprendida al descubrir que el izquierdista tan temido era en realidad un pragmático, pero también le mereció críticas feroces por parte de ciertos compatriotas que, pasando por alto el hecho de que la Argentina se recuperaba de un bajón espectacular que tuvo consecuencias calamitosas para buena parte de sus habitantes, compararon las tasas modestas registradas últimamente por la economía brasileña, de entre el 4,9% y el 2,3%, con las casi chinescas que anotaba su vecino. ¿Por qué aferrarse tanto a la ortodoxia cuando mofarse de ella aportaba tantos beneficios?, se preguntaban. ¿No sería mejor sacar el pie del freno, devaluar el real y ponerse a correr, ya que el éxito fulminante del nuevo modelo argentino probaba que era posible crecer a una velocidad impresionante sin hacer aquellos molestos deberes que los comprometidos con los dogmas ortodoxos juran son imprescindibles? Aunque hace poco Lula prometió que en adelante daría más importancia al crecimiento, no parece estar dispuesto a complacer al lobby paulista y a sus partidarios, que desde hace años están reclamando cambios similares a los concretados aquí por el gobierno del ex presidente interino Eduardo Duhalde. Además de no querer arriesgar todo lo logrado hasta ahora, se habrá dado cuenta de que pronto podría tener una oportunidad para ver cuál de las dos estrategias resulta a la larga ser la mejor: la argentina de subordinar todo al crecimiento ya o la brasileña que es mucho más cauta.

No hay duda de que por un rato la Argentina ha funcionado bastante bien sobre la base del esquema ideado por los duhaldistas que Kirchner recibió llave en mano, pero esto se ha debido menos a las bondades del "modelo productivo" que a la colaboración entusiasta del resto del planeta que ha comprado cantidades cada vez mayores de soja y mantenido cómodamente bajas las tasas de interés, de este modo permitiendo que continuara el boom ecuménico. A partir de la segunda mitad del 2002, las circunstancias internacionales, antes tan hostiles a países emergentes mal manejados, se les hicieron excepcionalmente benignas, razón por la que en un lapso breve la Argentina pudo salir del pozo en el que se había precipitado y, para asombro de los escépticos, superar las marcas alcanzadas en los años noventa. De no haber sido por la transformación de China y la India en nuevas dínamos capitalistas, la Argentina no habría logrado recuperarse con tanta velocidad de algunas de las heridas que se infligió a comienzos del tercer milenio.

Por fortuna, parece probable que la economía mundial siga creciendo a un buen ritmo conforme al FMI, se prevé que el producto planetario aumente el 5% el año corriente y el 4,4% en el 2008, con los países pobres experimentando los avances más impresionantes de suerte que las exportaciones agrícolas continuarán aportando divisas en cantidades satisfactorias, pero así y todo se pronostica que la Argentina crecerá menos que el conjunto de países africanos, el 5,5% contra el 6,2%, y no mucho más que el Brasil, que podría alcanzar el 4,2% luego de acercarse al 5% este año. Puede que las previsiones del FMI resulten equivocadas al fin y al cabo, es de su interés sembrar el optimismo, pero es llamativo que como otras organizaciones suponga que a la Argentina, no obstante sus incontables ventajas naturales, le costará crecer tanto como los países de un continente asolado por plagas, guerras civiles, genocidios y dictadores megalómanos.

De todos modos, de prolongarse la tendencia así reflejada, la tasa de crecimiento brasileña no tardará mucho en superar a la argentina, a pesar de la fortaleza insólita del real, que hace algunos años llegó a tener el mismo valor que el peso pero que en la actualidad se cotiza a 1,84 por dólar estadounidense, y de un índice de inflación primermundista que es inferior al 4% anual. En tal caso, sería muy difícil argüir que por una vez el gobierno argentino acertó al optar por desafiar al FMI, es decir, a los principios que suelen considerarse sensatos en los ministerios de Economía de los países más ricos, y el brasileño cometió un error histórico al dejar pasar una oportunidad acaso irrepetible para aumentar mucho el producto bruto en un período muy corto. Y si se agota pronto la capacidad del "modelo productivo" para garantizar tasas de crecimiento más altas que las internacionales, no habrá duda de que la gestión de Lula habrá resultado ser muy superior a la de Kirchner, aun cuando los más de cuatro años en el poder de éste hayan coincidido con una etapa caracterizada por una expansión económica equiparable con la registrada por la India. Después de todo, Carlos Menem pudo enorgullecerse de varios años de crecimiento parecido, pero sus logros en tal sentido no impidieron que sucesores como Kirchner lo acusaran de ser el responsable máximo de la ruina del país. Es por lo menos posible que a Kirchner, un mandatario que tiene mucho en común con el riojano, le aguarde un destino casi idéntico.

Gracias a las reservas acumuladas y la probabilidad de que China y otros países sigan devorando productos agrícolas argentinos, la mayoría de los economistas locales es optimista en cuanto a lo que podría suceder en los años próximos. Vaticinan que el crecimiento resultará menos vigoroso de lo que ha sido desde el 2003, que la inflación acelerará y la escasez de energía provocará problemas, pero creen que las reservas nos ahorrarán problemas realmente graves. En cambio, es evidente que en el exterior los interesados en las vicisitudes de la economía nacional tienen sus dudas.

Toda vez que hay turbulencia en los mercados, el país emergente más golpeado es la Argentina. En su opinión, resulta casi tan grande el peligro de que se declare un nuevo default aquí de lo que es en países como Pakistán, motivo por el que el riesgo país, aquel índice que tanto atribulaba al gobierno de Fernando de la Rúa, está por las nubes, duplicando el brasileño. En parte, las dudas acerca del futuro económico de la Argentina podrían deberse al rencor ocasionado por su conducta antes de que Kirchner se instalara en la Casa Rosada, pero también ha incidido el temor a que continúe acelerando la inflación que, según cálculos privados, ya excede el 15% anual. Por desgracia, la experiencia universal hace pensar que minimizar su importancia con la esperanza de que el crecimiento frenético nos permita distanciarnos de ella, resultará tan inútil como lo sería tratar de escaparse corriendo de un león enfurecido.

JAMES NEILSON

 
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