¿Desde qué estado emocional ha estado usted, y está hoy, investigando el asesinato de su padre, por lo cual recurre de nuevo a la Justicia?
Yo busco la verdad. Tengo derecho a la verdad. Sé en carne propia lo que es criarse sin un padre y saber que a ese padre lo asesinaron y nadie ha hecho nada por saber quiénes fueron sus asesinos materiales. Me mueve la necesidad de justicia: que se investigue la muerte de mi padre.
Sucede que la violencia política más inmediata de nuestra historia inmediata porque toda la historia política del país chorreaba sangre genera posicionamientos emocionales muy fuertes y...
Yo no tengo odios, si es eso lo que posiblemente usted está pensando, señor. No me muevo desde el odio; me muevo desde la necesidad de que se investigue el asesinato de mi padre. A la luz de esa tragedia, mis hermanos y yo fuimos educados por una madre que se quedó sola y con tres chicos a los 31 años... y jamás mi madre hizo de esa tragedia el criarnos en el odio. Nos protegió, nos educó con inmensa calidad de sentimientos... éramos muy chicos cuando sucedió todo. Mis hermanos mayores, varones los dos, tenían 5 y 3 años. Yo, un año y medio. Y aún hoy, mi hermano del medio padece problemas de índole emocional por todo lo que nos pasó. Los dos, al momento del asesinato, en los días que siguieron, tuvieron problemas. El mayor dejó de comer, se deshidrató, estuvo internado...
¿Cómo asesinaron a su padre?
Fue el 21 de octubre del '76, a las 7:20 de la mañana. Vivíamos en Zapiola y Mendoza, en Capital. El salió rumbo a su trabajo en lo que hoy es el Estado Mayor General del Ejército. Cuando fue a abrir la puerta de su auto, le dispararon nueve balazos por la espalda. Lo estaba esperando un grupo de seis montoneros. El intentó sacar su arma, pero cayó ensangrentado y se arrastró por la vereda sin fuerzas para defenderse y protegiendo su arma, ya que era común, en atentados de esta naturaleza, que les robaran el arma. Mi madre sintió que algo pasaba pero fue una vecina, la señora de un ingeniero que había visto todo, la que le informó del ataque. La crueldad también tocó a esta señora, porque estaba embarazada y de la impresión se descompuso y perdió el bebé. Cuando mi madre bajó, a mi padre ya lo habían llevado en un taxi al hospital Pirovano...
¿Muerto?
No, no... vivió nueve días más. Murió en el Hospital Militar Central.
¿Su padre pertenecía a algún grupo operativo de acción directa en la lucha contra la guerrilla?
No, no. El era oficial del arma de Caballería y desde diciembre del '75 estaba destinado a lo que era el Comando
en Jefe del Ejército. Su anterior destino había sido en la Patagonia, en Puerto Deseado. Tenía 32 años.
¿Por qué cree que lo asesinaron?
Porque Montoneros estaba en guerra; lo dicen sus documentos, al igual que los del ERP: "guerra revolucionaria". Había que matar uniformes, aunque mi padre saliera vestido de civil. En ese encuadre era un blanco fácil, alguien que no tenía custodia, que salía todos los días a la misma hora rumbo a su trabajo.
Con el paso el tiempo, ¿cómo se habló del asesinato entre su madre y ustedes?
En forma muy directa, muy digna, aunque poco, al menos en mi caso. Sin embargo, se nos explicó todo. Nosotros, como pibes, necesitábamos hablar de lo que había pasado. Creo que se manejó bien todo ese tema.
Un psiquiatra argentino está escribiendo un libro sobre los prejuicios "amplios y recientes", les llama. Uno de los puntos sobre los que reflexiona es, en un tiempo, qué significó ser familiar de un guerrillero y, en otro, serlo de un militar...
Todo lo que tenga que ver con lo militar "es malo".
¿Usted sintió eso en relación con la profesión de su padre?
Cuando era chica, decía que mi papá había muerto pero no cómo. Ya en el secundario necesité hablar, decir lo que pensaba.
¿Ante quién?
Ante toda esa cultura en la que ser hijo de militar era casi un estigma. Y yo comencé a reaccionar, bien, con altura, pero a decir lo que pensaba. El problema no era con mis compañeras sino con algunas cátedras: Historia, Instrucción Cívica. Me pasó tanto en el secundario como en la carrera de magisterio.
¿Pasó qué?
Que me radiaran en la relación educativa, pero ya está... todo eso me ayudó mucho. Y quizá aquí si me permite quiero volver a si tengo odios o no. Le reitero que no; lo que sí uno siente es impotencia, bronca, cuando vemos discriminación, por ejemplo, por parte del jefe del Estado Mayor General del Ejército, el general Bendini, al bloquear los homenajes a los asesinados por la guerrilla. Es como decir "su padre, señorita Lucioni, no merece ser recordado por el Ejército". Esa mirada tan discriminatoria duele mucho. En octubre del año pasado inicié una causa pidiendo la reactivación del expediente sobre lo que le sucedió a mi padre y saber quiénes fueron las personas físicas que lo asesinaron. El juez Lijo determinó que no hubo delito. Le acercamos toda la documentación, pero él giró todo a la Cámara de Casación, a la espera de que le dijeran si debe o no investigar.
¿Alguna vez se contactó o tuvo oportunidad de hablar con gente que militó en Montoneros u otro grupo armado?
No, hasta ahora no, pero sé de gente víctima de ellos que sí lo ha hecho.
¿Usted se sentaría a hablar con ellos?
Quizá... (aquí la mirada de Ana Lucioni se pierde en cualquier lado de la agencia Buenos Aires de este diario y hay un silencio no largo pero denso). Quizá sentándonos me puedan ayudar a sacarme dudas, a saber más... quisiera saber quiénes fueron... no sé...
¿Nunca tuvo ninguna pista sobre quiénes eran los asesinos materiales?
Eran seis y se encuadraban en lo que se llamaba "Grupo Especial de Combate de Montoneros", que estaba al mando del oficial segundo de Montoneros, Ignacio Pedro Ojea Quintana. Eso es lo que sabemos.
Se debió haber evitado esa crueldad
Ana Lucioni tiene 31 años, está casada con un transportista y tiene una nena y un nene.
Habla con serenidad, muy monocorde. Acompaña sus reflexiones con gestos suaves, delicados, de cara y manos.
Mi madre no se volvió a casar... se dedicó de lleno a criarnos. Hoy tiene 62 años dice y luego habla de su hermano mayor, de 36 años, que el año pasado pidió el retiro del Ejército.
Ya lo había solicitado por disconformidad con el alto mando en relación con cómo desde ahí se mira el pasado; luego, cuando asistió a un homenaje a las víctimas de la subversión, por lo cual fue sancionado, se fue.
Yo no defiendo lo que fue el gobierno militar. Hablo del asesinato de mi padre y de la necesidad de que la Justicia investigue los crímenes de la guerrilla. No defiendo ese proceso. Hemos vivido años terribles, todo entre hermanos, lo cual suma un dato más terrible aún. Hubo una guerra.
Usted sabe que el concepto de guerra está muy cuestionado para el caso.
Pero fue una guerra, declarada en los hechos generados por la guerrilla y reconocida por sus líderes y documentos como "guerra subversiva", algo que por otra parte he comprobado acumulando pruebas para la presentación que ahora hemos hecho ante el juez federal Daniel Rafecas. Hay abundancia de pruebas en ese sentido. Mi presentación busca que la Justicia investigue los crímenes plasmados por los montoneros, el ERP y otros grupos armados y reclamo la apertura de las causas en que se haya indultado a jefes guerrilleros. Lo hago por una elemental igualdad ante la ley, principio que creo violentado porque aquí sólo se ha investigado lo hecho por los militares.
Pero hubo tortura, desaparición de miles de personas. ¿Cuál es su opinión al respecto?
Se debieron haber evitado muchas cosas que son crueles... aun sabiendo que los desaparecidos no son 30.000, una cifra instalada en el inconsciente colectivo vía la demagogia con que se maneja ese tema desde algunos sectores, se debieron haber evitado muchas cosas que sin duda lastiman, ensucian la causa por la cual las FF. AA. lucharon. Pero hay que leer el contexto en que se dio todo.
CARLOS TORRENGO
ctorrengo15@yahoo.com.ar