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Lunes 23 de Julio de 2007
 
Edicion impresa pag. 12 y 13 >
Energía para principiantes

Todos consumimos energía, aunque no seamos conscientes de que la alimentación nos provee en primer lugar de "calorías" (aparte de muchas componentes que construyen nuestro cuerpo). Es esa energía la que nos mantiene funcionando.

Lo mismo ocurre con las sociedades y, cuanto más complejas son, más energía consumen. La cuestión es de dónde la podemos sacar, ya que, según las leyes de la naturaleza, no la podemos crear a partir de nada. Además: ¿qué costo estamos dispuestos a pagar? ¿Cuáles son los límites de su disponibilidad? ¿Cuánta energía realmente necesitamos y cuánta despilfarramos? Esas son las preguntas a que se reduce el dilema argentino de hoy.

La que consumimos individualmente proviene de lo que comemos. La que consumimos entre todos tiene varias fuentes, cada una de las cuales tiene su costo, sea éste económico, tecnológico o ambiental. También tiene un costo de oportunidad. Como decía recientemente un conocido economista: la energía más cara es aquella de la que se carece.

Las fuentes de energía, así como el destino que le damos, son varias y se han ido multiplicando a medida que la sociedad se hacía más compleja. Hasta hace pocos siglos, la única fuente que perdura en grandes regiones del mundo era la leña, lo que condujo a la deforestación de grandes extensiones. También fueron aquellos molinos de viento contra los que combatió Don Quijote y que a veces aún se ven en nuestro campo y que ahora son "redescubiertos" en la forma de enormes generadores eólicos. Estos tienen futuro, pero aún no contribuyen mucho por más que crezca rápidamente su uso.

También las corrientes y caídas de agua fueron aprovechadas desde la antigüedad y actualmente son gigantescas turbinas, alimentadas por gigantescos embalses, los que siguen suministrando mucha energía pero dependen de que llueva. Luego vino el carbón, restos fósiles de seres de otras épocas geológicas, y después se descubrió el petróleo y el gas natural (hidrocarburos) y todo cambió, inclusive la estrategia de las naciones. Para su mejor aprovechamiento, el petróleo debe fraccionarse en diversos productos, como naftas, querosenes, gasoil, fuel-oil, etc.

El gas natural también contiene componentes más pesados que conviene separar el gas licuado que se vende a los pobres en garrafas de precios exorbitantes e injustos. Cada uno de todos estos componentes tiene efectos ambientales diferentes: el gas natural metano produce relativamente menos gases de invernadero y las instalaciones son más baratas y rápidas de construir, sólo que por la conveniencia de las empresas dueñas de lo que debería seguir siendo nuestro, ya va quedando poco y ahora sería suicida basar una economía creciente en ese combustible. Lo cual no quiere decir que en el corto plazo no nos suicidemos como nación.

Más tarde vino la energía nuclear, hija "decente" de las armas más mortíferas que se conocen, y volvió a cambiar la estrategia de las naciones, más por éstas que por aquélla.

Aún hay otras formas de obtener energía: directamente de la luz solar, del interior volcánico de la Tierra, de las mareas... Todas esas formas son aún marginales y caras, aunque ofrecen esperanzas para el futuro. Una superficie como la del embalse de El Chocón, cubierta de celdas fotoeléctricas, podría suministrar suficiente energía a todo el país, pero a un precio inalcanzable.

Hasta está la sempiterna esperanza de la energía nuclear de fusión, para cuya disponibilidad parecería que siempre faltan 20 años más.

En cuanto al consumo, hay varias maneras de clasificarlo: fijo o móvil; industrial, comercial u hogareño; eficiente o ineficiente; necesario o superfluo; eléctrico o térmico, socialmente justo o injusto. Además, ese uso cambia con el tiempo en función de los hábitos de cada sociedad y de las alternativas de su desarrollo económico.

Una sociedad racional debería poder prever estos parámetros y ajustarlos a las disponibilidades. Esto no es fácil, porque la construcción de cualquier fuente o transportadora de energía es una obra compleja y cara, que requiere tiempo.

El conjunto de todos estos datos constituye una radiografía de la sociedad, finamente llamada "matriz energética". Pero determina su nivel de vida y, si las variables cambian de manera imprevisible, se producen crisis y, si el cambio es previsible pero no se toman las medidas correctivas a tiempo, la sociedad es estúpida o está regida por intereses que no son los propios.

En la Argentina se ha producido un fuerte y tal vez inesperado crecimiento económico y el parque energético debería haber crecido al mismo ritmo: no lo hizo. Entre otras causas, porque la entrega total de los recursos energéticos a los intereses privados durante los años 1990 ha quitado al país casi totalmente la posibilidad de una política energética conforme a sus intereses. Tampoco se puede hacer un contrato para exportar el poco gas que nos queda y luego no cumplirlo y a la vez hablar de "seguridad jurídica".

En nuestra sociedad, el transporte es uno de los sectores en el que la crisis de estos días se hace notar más agudamente; pero esta crisis está distorsionada por los medios. Lo que pasa en la industria es mucho más grave porque afecta la producción y el empleo. En cambio los taxis, cuyo problema llena los informativos, no consumen más del 4% del GNC. Pero también hay muchas industrias que usan combustibles fósiles como fuente directa de calor, sin pasar por la generación eléctrica. La misma generación termoeléctrica es de ese tipo: para generar electricidad, la mayor parte de nuestro parque usa gas u otros hidrocarburos. El resto es hidroeléctrico asediado por la falta de agua en las represas o nuclear.

Las diferentes formas de generación y de consumo, obviamente, no son independientes entre sí en cuanto a sus consecuencias. Si en una industria falta energía, no puede producir, debe suspender a sus trabajadores; pero si el transporte público carece de combustible, los trabajadores no pueden llegar a sus lugares de trabajo. El menor impacto social es sobre los coches particulares, pero de eso no se habla, como tampoco se limita la iluminación de los shoppings, que no ahorran ni en calefacción ni en luces para atraer clientes como moscas al azúcar, ni se suspenden los partidos de fútbol nocturnos que consumen miles de kilowatts-hora. Luego, hay industrias que pueden interrumpir su producción y otras que no: no es lo mismo una fábrica de bulones que un tambo.

Sobre las causas y las soluciones a mediano y largo plazo se ha hablado y escrito mucho y con mucha ideología entre los argumentos técnicos: algunos atribuyen la falta de inversiones a tiempo a la negativa a aumentar tarifas; otros opinan que las empresas no han cumplido con sus compromisos. También hay comienzos de solución, como la decisión de impulsar la opción nuclear, como lo hacen los chinos que prevén la construcción de 300 centrales para el 2050. Pero cualquier solución demorará años.

Unas pocas palabras sobre dos temas que hacen demasiado ruido: el hidrógeno, que hay que producir químicamente usando energía eléctrica de otro origen aunque servirá un día para tener un sistema de transporte menos contaminante, y los agrocombustibles, que no resolverán nada y tendrán un impacto ecológico terrible. Ya hicieron que aumentara el precio del maíz en México y que se intensificara el desmonte por doquier y es un intento de meter una cuña entre Brasil y Venezuela.

Pero la crisis es un hecho y es hoy. Se impone, pues, un racionamiento que implique, a la vez, una racionalización del consumo que no se guíe tanto por las necesidades electorales sino más por la necesidad de seguir creciendo...

 

TOMAS BUCH (*)

Especial para "Río Negro"

(*) Tecnólogo generalista

 
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