Hace unos días atrás, las imágenes televisivas resultaban por de más elocuentes, mostrando el contraste de dos países. Mientras por un lado podía verse una civilizada transmisión de mando por parte del primer ministro británico Tony Blair a su sucesor, Gordon Brown; por otro, resultaban aterradoras y avergonzantes las que mostraban los episodios registrados en un partido de fútbol local, que terminaron cobrándose, como tantas veces, una nueva vida.
Soluciones diferentes
Es evidente que ingleses y argentinos solucionan sus problemas de manera muy diferente. Y como la frase del periodista Dante Panzeri, "El fútbol es la muestra gratis de un país", mantiene plena vigencia, hagamos un comparativo de soluciones futbolísticas. Veamos cómo ambos países enfrentaron dos problemas que los afectaron por igual: la desaparición del amateurismo y la violencia de las hinchadas.
En los dos casos, los ingleses han sido prácticos y nada demagógicos. En el primero, y ante la superprofesionalización que trajo aparejada la televisión, no dudaron en transformar los clubes en empresas. ¿Qué otra cosa cabría? Si se trata de un negocio, lo lógico es que el mismo lo manejen empresarios.
En lo que hace al problema de los "barrabravas" (hooligans), también fueron a los "bifes": fuerte aumento en el precio de las entradas (hasta del 600%) y severas penas a la transgresión, tanto para los clubes como para los violentos.
En la Argentina no. Acá todas son buenas intenciones, mucha demagogia, retórica, indulgencia y lógicamente... ninguna solución. Como en casi todo, pretendemos "hacer la nuestra". Queremos que los clubes sigan siendo manejados por hinchas, que pueden ser muy honestos, pero que de manejar un negocio, con millones de pesos dando vueltas, lo más probable es que nada sepan. O sea, empleados profesionales que pueden llegar a ganar fortunas, manejados por gerentes que trabajan "ad honórem". Toda una inconsistencia.
Lo mismo para el caso de los "barrabravas". Lo máximo que se nos ocurre es parar el fútbol por un tiempo, esperando que la conducta de los violentos cambie (¿?) o, bien, llegar al disparate de jugar los partidos a puertas cerradas. Sin palabras.
No es extraño entonces que los resultados de estas "soluciones" sean diametralmente opuestos para ingleses y argentinos. Veamos:
Finalmente, y como consecuencia de las medidas tomadas, los ingleses han hecho algo maravilloso con el fútbol, además de inventarlo. Han mejorado la belleza del juego, transformándolo además en un gran negocio. No tienen los mejores jugadores, pero le venden fútbol televisado a todo el mundo. Importan jugadores y exportan fútbol, con una gran diferencia a su favor en términos de divisas, puestos de trabajo y bienestar.
Nosotros somos la contrapartida. Tenemos jugadores, pero no tenemos fútbol (nadie compra un espectáculo bochornoso). También, como en tantas otras cosas, tenemos la materia prima, pero el negocio del producto terminado lo hacen otros. En realidad, tal como está todo hoy y ya que somos incapaces de hacer el negocio nosotros, es una gran cosa que podamos exportarles jugadores, ya que esto es lo que mantiene con vida al fútbol argentino (aunque en estado grave). Porque seamos claros, acá el fútbol no se mantiene por sí mismo, sino vendiendo el capital (jugadores) que por suerte, y hasta el momento, pareciera ser un capital autorrenovable.
ROLANDO CITARELLA (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Economista.