Es difícil anticipar qué se traerá el destino entre manos. Pero aquí y ahora parece inverosímil que Bariloche deba enfrentar en sólo una semana la encrucijada electoral que definirá el destino del municipio por los próximos cuatro años.
Salvo el microcentro, desde el jueves la ciudad está sitiada por la nieve. Miles de vecinos no tienen agua, no tienen luz y seguirán así por lo menos durante dos semanas. Varias decenas de evacuados se concentran en el gimnasio Nº 1. El transporte redujo frecuencias y recorridos y la policía debió armar un operativo de emergencia para patrullar de noche los barrios a oscuras.
Como descarnado resumen del clima social resultante vale citar la carta que algunos de los evacuados le escribieron al intendente Alberto Icare. "No queremos promesas o mentiras lo interpelan. Queremos una vivienda digna como la suya, un trabajo para mantener a nuestros hijos, sin tener que andar en las calles pasados de frío para caretear un par de monedas".
A todo esto, la maquinaria de las campañas cruje pero anda. Y despuntan en cada cada entrevista los proyectos adornados de buenas intenciones, pero con escasa capacidad de generar oleadas de entusiasmo entre los electores. Difícil esperar otra cosa con tanta credibilidad averiada por promesas incumplidas.
Icare busca la reelección desde la lista del FpV con un mensaje que se apoya en la exhibición de lo hecho: el ordenamiento económico, la reducción de la deuda municipal y algunas obras de alto impacto como la repavimentación de Pioneros.
Pero entra en dificultades a la hora de las promesas, que suenan condicionadas por la incapacidad que arrastró en los últimos cinco años para dar respuesta a problemas cruciales como el acceso a la tierra y la vivienda, la ausencia de planificación urbana o la desigualdad en las cargas tributarias.
Su principal contendiente es el radical Hugo Castañón (Concertación), quien busca mostrarse resuelto y expeditivo, quizá para acentuar el contraste con la cascada salud del intendente.
Castañón repite un largo listado de compromisos que van desde el congelamiento de la planta de personal hasta el aumento de tasas a las grandes propiedades y la realización de obras mil veces postergadas como la recuperación de la Costanera.
En su caso el lastre es la relación estrecha que lo vincula con un gobierno provincial que -si bien por escaso margen- perdió en esta ciudad el 20 de mayo. Para muchos barilochenses el gobernador Saiz (a quien Castañón presenta en los avisos como su "amigo") es responsable principal del pésimo estado de la avenida Bustillo, de los sospechosos cabildeos que desde hace años demoran la municipalización del cerro Catedral, del hospital sin quirófanos y del abandono de muchos edificios escolares.
Aun así Castañón no duda en invocar el padrinazgo del gobernador y también, por línea ascendente, del kirchnerismo.
En cambio Icare por obvias razones eligió no mostrarse con los líderes provinciales del FpV, Miguel Pichetto y Julio Arriaga, asiduos visitantes de la ciudad hasta hace pocas semanas. El intendente hubiera hecho una salvedad a ese perfil localista para mostrar una entrevista personal con el presidente Kirchner, como la que mantuvo esta semana su par de Roca, Carlos Soria, pero que sus operadores no pudieron conseguir.
Los otros cuatro partidos que presentan candidatos a intendente (el PC, el socialismo, el ARI y el MST) aspiran a aprovechar la independencia superior al promedio que suele tener el electorado de Bariloche y el buen papel que tradicionalmente realizan aquí las "terceras fuerzas".
Situaciones que vienen a confirmar hasta qué punto las pulseadas electorales se dirimen cada vez menos en el terreno de las propuestas, que ceden paso a la personalidad del candidato, su carisma, el entorno y las sensaciones primales del votante.
Sin embargo, estas y otras especulaciones estarán hasta el último día acechadas por el fantasma de la suspensión del comicio. Consecuencia que podría derivarse de las impugnaciones todavía irresueltas o bien de un agravamiento de la emergencia climática que dada la fecha elegida nadie podrá atribuir a la fatalidad o la sorpresa.
Los candidatos dirán tal vez que no estaban preparados para un escenario tan incierto y hostil. Se quejarán algunos (o se felicitarán otros) de verse obligados a construir poder en estas circunstancias.
Y volverá en ese caso, como una letanía, la memoria sobre el origen y evolución de un proceso electoral prohijado por la arbitrariedad y que a duras penas llegó a este punto, tan trágico como simbólico.
DANIEL MARZAL
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