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Domingo 17 de Junio de 2007
 
Edicion impresa pag. 12 > Regionales
LA SEMANA EN BARILOCHE: Intima corrupción

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Tal vez, las sociedades con fuerte carga de individualismo sean más proclives a la corrupción. Es sólo una idea. Es, acaso, una impresión surgida de ciertas observaciones.

La corrupción, en este caso entendida como obtener ventajas de cualquier tipo valiéndose de cargo o responsabilidad pública, no pareciera ser exclusiva de capitalismos o colectivismos; no pareciera depender de quienes detenten la propiedad de los medios de producción; de las economías planificadas o de las veleidades del mercado.

En uno u otro caso, en unos sistemas u otros, ha habido corrupción. Y la habrá. Pero algunos países aparecen en el fondo de la tabla de merecimientos y otros en la cima, como los más corruptos del plantea. ¿Por qué?

Sin pretensión alguna de rigor científico, vaya una simple taxonomía: hay una corrupción genérica, con anclaje en el sistema pero sin importar cuál es ese sistema, sino cómo funciona. Y hay una corrupción íntima, personal, que tiene que ver con las conductas. De la primera se ha dicho mucho. La segunda es más esquiva.

Se da por cierto que la corrupción prospera cuando los controles son escasos o -qué paradoja- cuando las regulaciones son excesivas, enmarañadas, en mixtura con un estado incapaz de controlar.

Luego, la corrupción se realimenta si además hay liviandad en las sanciones, dilución o elusión de responsabilidades. La corrupción también se desmadra si la justicia es lenta por ineptitud, carencias o... corruptela.

Finalmente, la corrupción es estructural cuando personas físicas o jurídicas validan su existencia aceptando su juego, pagando la famosa "coima" como algo natural para apurar un expediente, aventajar en una licitación...

Pero en el fondo, las descriptas y otras, que por torpeza se escapan de esta columna, son condiciones que hacen propicio el acto mismo de la corrupción pero no lo explican en su intimidad...

Funcionarios del distrito IV del Consejo de Educación, con la complicidad de un privado, están siendo investigados por la justicia. Se sospecha que armaron una organización para pasar boletas truchas y servirse de los dineros del estado a cambio de hacer figurar obras de mantenimiento escolar inexistentes en Junín de los Andes, San Martín de los Andes, Villa la Angostura, las Coloradas, Costa del Malleo y otros humildes parajes.

En otras palabras, se presume que cuando los padres de alumnos de escuelas de esas y otras localidades, reclamaban por calefacción, puertas que no cerraban, paredes descascaradas y electrificadas o grupos electrógenos ausentes, unos vivos se llenaban los bolsillos facturando esas mismas tareas y servicios, que jamás prestaban pero cobraban una, dos y más veces.

Si es que así lo prueba la justicia, antes que corruptos deberían ser personas sin la más mínima noción del pudor social, que por esa misma razón anteponen sus deseos ante cualesquiera y en cualesquier circunstancia.

Ni siquiera el corrupto es asimilable a un ladrón. Quien roba, sea cual fuere su motivación, debe ser castigado conforme lo mande la ley, pero su acto no defrauda una responsabilidad social asumida, precisamente porque está al margen de la ley. La sociedad lo castiga por apartarse de la ley, no por servirse de ella.

Pero un corrupto, en cambio, puede moverse incluso en fronteras difusas de la legalidad, pero siempre traiciona un mandato social asumido como propio en su calidad de funcionario público, en ocasiones incluso jurando por la patria. Y lo hace con el único afán de servirse del privilegio del lugar que ocupa.

En la profunda intimidad, el corrupto es el epítome del desprecio por el otro.

 

FERNANDO BRAVO

rionegro@smandes.com.ar

 
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