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Sábado 16 de Junio de 2007
 
Edicion impresa pag. 20 >
El deporte, una inyección en la médula de la anomia

 

Como afirma el catalán Javier Olivera Bertrán: "La cultura contemporánea no se explica sólo con el deporte, pero es incompleta sin él. El deporte se ha consolidado en una práctica y en un espectáculo que ha superado barreras sociales, ideológicas, políticas e incluso culturales, por lo que se ha convertido en un símbolo cultural y en un fenómeno social de carácter mundial".

Pocos acontecimientos generan tanta atracción en la humanidad toda, como los grandes eventos que propone hoy el deporte espectáculo (mundiales, juegos olímpicos, grandes premios, torneos).

A su vez, no debe existir otra actividad tan expandida y que reúna la adhesión de tantas personas y sus grupos familiares como el deporte formativo.

A pesar de su incuestionable inserción social, el deporte sigue en nuestro medio relegado a un segundo plano muchas veces a merced de su utilización política como pantalla de humo o circo romano y sin un reconocimiento explícito en el contexto de las normas constitucionales.

En nuestro país, para llegar a la sola mención de la actividad física o deportiva en nuestro texto constitucional, debemos transitar los laberínticos caminos de los derechos implícitos o acudir a la letra de algún convenio internacional introducido en nuestra ley suprema en la reforma de 1994.

La Ley Nacional del Deporte tiene hoy más de treinta años y muchos de sus rígidos y agotados postulados han quedado en meras intenciones programáticas.

Todos estos elementos demuestran que nuestro deporte salvo en honradas excepciones no es parte de la llamada "política de Estado".

 

El gimnasio o el patio,

la principal aula

 

El deporte resiste varias miradas, mas una de las menos abordadas es su fuerte componente educativo.

Es que el deporte es una formidable herramienta pedagógica, sólo hace falta que quienes poseen autoridad para aplicar políticas, decodifiquen correctamente su mensaje.

No se trata simplemente de entender el deporte como una alternativa socorrista coyuntural y electoralista, sino de ver en él un germen para la construcción de mejores sociedades a futuro.

El patio o el gimnasio es la única aula donde la mente y el cuerpo se funden en actitudes integrativas, de superación, de convivencia, de adversidad y hasta de flaquezas.

El deporte formativo conducido adecuadamente, que introduce en su práctica grageas democráticas tales como pautas de convivencia, determinación de roles, reglamento propio, representación por medio de capitán y subcapitán, sistema de premios y castigos, tarjeta azul, asambleas, mediación y reflexiones sobre las buenas y malas actitudes observadas en el deporte espectáculo, da a sus seguidores elementos que sirven para la construcción de su personalidad.

Tanto Emmanuel Kant como la obra "El Federalista" antecedente doctrinario de nuestra Constitución coinciden en señalar que "Una sociedad bien ordenada es la que logra que los intereses egoístas y las pasiones de la gente se equilibren de tal modo que las acciones realizadas sobre la base de ellos produzcan resultados socialmente beneficiosos".

Para lograr este equilibrio aparecen las normas jurídicas y sociales que regulan los comportamientos humanos, reprochando aquellos considerados indeseados.

Cuando estas normas son desatendidas y no respetadas por la sociedad, estamos en presencia de la anomia.

En tal sentido, nuestro recordado Carlos Santiago Nino definió la anomia argentina como boba: "Una clase de inobservancia generalizada de normas jurídicas sociales, convencionales, técnicas, conceptuales y morales que conduce a situaciones en que algunos están peor sin que nadie esté mejor de lo que ocurriría si esas normas fueran observadas, o en que hay muchos que están mucho peor frente a tal vez algunos pocos que están un poco mejor".

 

El deporte, antídoto de la anomia

 

El deportista, por definición, no es amigo de la anomia. Contribuyen a ello la predisposición y voluntariedad con la que éste encara su actividad. La práctica deportiva implica para su ejecutante un placer, por lo que la adaptación a la norma se logra con su beneplácito.

Luego en su formación, el deportista particularmente el de disciplinas colectivas sabe que debe anteponer el bien del equipo al de su propio interés.

La disciplina en el régimen de entrenamiento, descanso, viajes y comida es un comportamiento que el deportista incorpora desde temprana edad.

A ello debe sumarse el respeto a las reglas del juego, que si son desatendidas pueden repercutir negativamente en el propio competidor y su equipo compañeros o técnicos o en sanciones de tipo disciplinario.

Todos estos hábitos que se incorporan desde la infancia me llevan a considerar que un deportista formado difícilmente tendrá comportamientos anómicos por desobedecer normas jurídicas o sociales en su vida en comunidad. No se trata de formar individuos sumisos, sino de dotar a los mismos de criterio social para la toma de decisiones.

El deporte seguramente no tendrá, ni se pretende que tenga, todas las respuestas para la intolerancia, el autoritarismo y la anarquía que a veces observamos en nuestra atribulada vida cotidiana, pero indudablemente colaborará y mucho en combatirlas formando adultos autorrealizados, libres, tolerantes, responsables y abiertos a lo universal.

 

 

(*) Abogado. Profesor Educación Física. Autor: Legislación, actividad física y deporte. Responsabilidad. Prevención en actividades físicas y deportivas. Preguntas y Respuestas.

 
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