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Sábado 16 de Junio de 2007
 
Edicion impresa pag. 26 > Internacionales
EE. UU. se preocupa por el debilitamiento en la región

Por Sylvie Lanteaume

WASHINGTON (AFP) - Estados Unidos asiste impotente al debilitamiento inexorable de los regímenes moderados que apoya en Medio Oriente, desde Bagdad a Beirut, y ahora en Gaza, mientras que la influencia de aquellos cercanos a Damasco y Teherán se refuerza. La administración del presidente George W. Bush, que basó su estrategia en Medio Oriente sobre el apoyo a dirigentes árabes moderados para contener la influencia de Irán y Siria, observa como sus aliados pierden terreno frente a sus adversarios.

Estados Unidos, el más ferviente defensor del boicot internacional impuesto desde hace un año al gobierno de Hamas, asiste impotente a la toma de control por el movimiento islamista palestino de la franja de Gaza. Convertida en un enclave islamista fronterizo con Israel, Gaza se encuentra aislada del resto del mundo y dividida políticamente del otro territorio palestino, Cis

jordania, donde se halla el presidente, Mahmoud Abbas.

"Estados Unidos tiene muy pocos medios de influencia" sobre los palestinos, principalmente en la franja de Gaza, destaca Scott Lasensky, experto en Medio Oriente en el Institute of Peace (USIP), un centro de investigación independiente de Washington.

"No existe una relación de asistencia, no hay relaciones políticas", agrega el especialista destacando que los diplomáticos estadounidenses no pueden viajar a la franja de Gaza por razones de seguridad.

El portavoz del Departamento de Estado, Sean McCormack, reconoció que su país se encuentra molesto por lo que calificó una lucha "indirecta" de influencias en Medio Oriente con Irán. "No puedo decirle que esto esté dirigido contra Estados Unidos, pero nos vemos afectados, así como todos aquellos en la región que tienen una visión diferente a la del régimen iraní", agregó.

Para algunos, la estrategia legalista estadounidense, que llevó a boicotear al gobierno palestino porque estaba dirigido por Hamas, se volvió en contra de sus propios autores.

La ayuda de 86 millones de dólares que la administración Bush decidió en enero de donar a las fuerzas de seguridad bajo influencia de Abbas para controlar la creciente potencia militar de Hamas, financiada por Irán y Siria, debió esperar cuatro meses la aprobación del Congreso norteamericano.

En Irak, Washington fracasó en su intento por contener el avance de la influencia iraní, a pesar del apoyo al primer ministro chiíta Nuri al-Maliki. La secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, reconoció la situación tras abrir un diálogo tímido y limitado con Teherán, que no dio resultados.

Por el contrario, la violencia continúa: un toque de queda ilimitado fue impuesto el viernes en Basora (sur) tras un atentado contra un mausoleo sunnita de una ciudad cercana, aparentemente en represalia por el ataque contra uno de los lugares santos chiítas más sagrados de Samarra.

En Líbano, el primer ministro Fouad Siniora se muestra impotente de controlar los actos terroristas, mientras continúan desde hace tres semanas los mortales combates entre el ejército libanés y los islamistas en el norte. Por otra parte, los personajes de la mayoría anti-siria continúan siendo víctimas de los atentados con bomba, y la crisis política con el Hizbollah pro-iraní no mejora.

 
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