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Lunes 04 de Junio de 2007
 
Edicion impresa pag. 23 >
GERMÁN GONZALEZ: "Los municipales siempre pusimos el hombro por Bariloche"

Ingresó en el corralón en setiembre de 1970 y participó en la fundación del SOYEM, uno de los gremios más importantes del Nahuel Huapi.

¿Cómo nació el SOYEM?

Si bien los sindicatos argentinos nacieron en 1946 mediante un decreto presidencial, en Bariloche el gremio municipal SOYEM recién comenzó a organizarse con fuerza a partir de la década del '70. Eramos muy pocos y no teníamos ni estructura ni patrimonio. Las reuniones se hacían en los galpones o en el patio del corralón. Los primeros reclamos los plantemos con Alejandro Pincheira y Painemil (un capataz general). En esos años se formó la CGT local que, para la elección de 1973, acordó apoyar a Jacinto Ibáñez, inspector general del municipio y encargado de Parques y Jardines.

¿Qué recuerda de 1973?

Llegó la democracia y el Partido Justicialista llevó a Mario Franco como candidato a gobernador. Nosotros militamos en la Juventud Peronista y el partido estaba encabezado por Abel Castro, cuyo círculo postuló a Juan Castro para presidir el Concejo Municipal, que estaba integrado por siete personas. El 11 de marzo ganó la fórmula Cámpora-Solano Lima, Franco obtuvo la provincia y el justicialismo ganó en Bariloche. No obstante, al elegir al presidente del Concejo, que dirigía la ciudad, Ibáñez se impuso a Castro con el apoyo de dos votos radicales, uno de la Nueva Fuerza y dos peronistas. El partido crujió y los "ortodoxos" y "revolucionarios" se enfrentaron a los tiros en el Centro Cívico.

¿Ibáñez aceptó el apoyo gremial?

En principio no, pero luego aflojó ya que nosotros logramos convencer a otros concejales. Logramos mayoría y en la primera reunión del Concejo resultó electo para conducir el cuerpo. En el partido se pusieron como locos y quisieron echarlo del municipio.

¿Se produjo el famoso tiroteo en el Centro Cívico?

En un descuido, el viernes 15 de junio de 1973, el grupo de Abel Castro copó el municipio. Llenaron el edificio con varias familias de los barrios altos; algunos con chicos. Pero el peronismo joven concurrió a apoyar a Jacinto Ibáñez y fuimos decididos a recuperarlo. La noche anterior ya habíamos tomado la radio (LU8) y con ella convocamos desde la mañana temprano a los vecinos para concurrir al Centro Cívico y recuperar la municipalidad.

¿Decidieron tomar el edificio por asalto?

Hubo alguna idea al respecto pero, por cuanto adentro había mujeres y chicos, se desistió. Sí hubo algunos disparos de armas de fuego desde el interior para que nos dispersáramos. Eso ocurrió hacia las 16. Yo mismo recibí un disparo en el hombro y fui derivado al hospital.

¿Cómo terminó?

Al final, hacia la tarde, regresó Ibáñez de Viedma, adonde viajó para el acto de asunción de Franco. Intervino la policía y los ocupantes desistieron con la ocupación. Había mucha gente afuera y temor de que por la noche ocurriera

una tragedia. La rendición tuvo lugar desde el balcón, donde dirigentes rivales se abrazaron, envueltos por una bandera manchada con sangre. Seguidamente un grupo marchó hacia las instalaciones de la imprenta donde se hacía el diario "Bariloche", que dirigía Abel Castro. Hubo roturas, saqueo y hasta un incendio. Al día siguiente, reasumió Jacinto Ibáñez. La revolución fue liderada por Juan Jacinto Burgos, secundado por Jorge Ahumedes, Juan Bolonci, Ariel Asuad, Rubén Marigo y González. Alguno de ellos viajó en tren a Buenos Aires

para recibir a Juan Domingo Perón. El 20 de junio Ezeiza fue un nuevo escenario del amor y odio entre peronistas.

¿Ustedes cogobernaron con Ibáñez?

No, nuestro temor era que Castro redujera drásticamente el número de personas contratadas, lo cual acordó con Viedma. En aquel entonces, el municipio tenía un centenar de empleados y una fuerte dependencia del gobierno provincial. Ibáñez nos aseguró que no tocaría a los contratados. Pero las cosas cambiaron al poco tiempo. El municipio no recaudaba lo suficiente para pagar los sueldos y desde Viedma se negaban a mandar el dinero para pagarles a los contratados. El gremio se movilizó. Comenzamos con las primeras asambleas e inclusive algún paro temporario. Como no había avances, se decidió un paro general, lo cual puso en aprietos a Ibáñez. La relación se desgastó. Ibáñez renunció en setiembre de 1975 y el partido puso en su lugar a Eduardo Garrafa, electo concejal suplente.

¿Que pasó en 1976, cuando llegó el proceso militar?

Para ese entonces, los gremialistas ya estábamos bastante organizados. Yo era secretario general y los militares me convocaron para ir a dialogar con el coronel Carlos Rito Burgoa, jefe a nivel local. Me presenté en el municipio y en forma inmediata fui detenido. No obstante, me atendió muy bien y me informó que las cosas iban a cambiar. Fui derivado a la comisaría y me sacaron los documentos, el cinto y los cordones. Con los ojos vendados fui trasladado a un lugar que luego comprobé era el cuartel local. Después de tres días y varios interrogatorios me liberaron. Previamente intentaron convencerme de que colaborara con ellos y fuera su referente con la gente. Me aseguraron que Burgoa era peronista y que trabajaría para el bien de la ciudad. Yo, obviamente, rechacé el ofrecimiento. Con el tiempo me dejaron cesante y más tarde viajé hacia la ciudad de Neuquén. Fue una especie de exilio. Allí trabajé como taxista. En Neuquén residí hasta 1983 cuando retorné, ya con la democracia.

¿Como encontró Bariloche?

Tuvimos que reorganizar todo nuevamente. El gremio había sido desmantelado. Con varios compañeros de la CGT nos pusimos a trabajar y también fuimos reincorporados al municipio. Estaban "Chiche" Costa, Jorge Pérez y varios compañeros con los cuales rearmamos la conducción gremial.

¿Qué cosas recuerda del gobierno de Edgardo Gagliardi?

Con el flaco teníamos avances y retrocesos; momentos de mucha amistad y buen diálogo y otros, de enfrentamientos. Gagliardi siempre fue madrugador y, si bien solía acostarse tarde, a las siete estaba en la intendencia. Bajo su gobierno logramos aprobar el estatuto municipal, que fue una herramienta muy importante para nuestra organización.

¿La candidatura de "Chiche" Costa nació en el SOYEM?

Sí, fue propuesta por los trabajadores municipales. También colaboramos mucho con su gestión y, si bien tuvimos algunos contrapuntos, la relación fue buena. Costa compartió el primer gobierno menemista, que también apoyó con obras y recursos a Bariloche. Fue una buena administradora y se cuidó mucho de no gastar más allá de los recursos. Bajo la intendencia de "Chiche" nos anexamos a la CTA, ya que la CGT estaba muy identificada con el menemismo. Nos pusimos al frente de los gremios que se nuclearon en su seno y hasta le prestamos el local como sede.

Por el contrario, se llevaron muy mal con César Miguel...

Ya como concejal no tuvo un buen desempeño y, si bien lo respetamos, nunca logramos un buen diálogo. La relación se fue deteriorando, en particular por los atrasos salariales y el desmanejo administrativo que afectó su gestión. César nunca tuvo un plan de gobierno definido y tampoco quería escuchar las propuestas. Nuestras ideas nunca fueron atendidas y, a medida que crecía el caos interno, aumentaba el descontento. Un error clave fue la compra del predio de Dinara, lo cual se hizo sin recursos. Eran 600.000 pesos que de antemano se sabía que no se iban a poder pagar, ya que había sueldos atrasados.

Con una visión franca y sin escatimar críticas, González analiza su pasado gremial y peronista. Recuerda uno por uno a los intendentes que tuvo la ciudad en los últimos 40 años y el rol del sindicato durante esas gestiones.

 

"Ni un solo martillazo en el clavo"

Si bien la relación con César Miguel no fue buena, el SOYEM tampoco tuvo paz con el radical Atilio Feudal.

Fue como querer apagar el fuego con nafta y, pese a tener el mismo signo político que la provincia, los problemas no se solucionaron. Nosotros apoyamos su elección, pues entendimos que era un mal menor, ya que era imposible que continuara gobernando César Miguel, quien no obstante se postuló para la reelección. Las promesas de Feudal no se cumplieron y las soluciones no aparecieron. Lo único que hizo fue endeudarse más, se empecinó con la informatización y con delirios de repartir cafecitos y bomboncitos. Como político, no pegó en el clavo ni un solo martillazo.

En la elección para completar el período de Feudal apoyaron a Icare.

Se optó por el "Beto" (Icare) pues tampoco Gonzalo Madrazo garantizaba una salida a la grave crisis. Con Icare también tuvimos algunos encontronazos, pues no lograba enderezar el barco. Su primer secretario de Hacienda fue un desastre. Tuvimos que salir a denunciar a los grandes morosos de Bariloche, algunos empresarios importantes que hacía años no pagaban sus tasas municipales. Paulatinamente se comenzaron a tomar algunas medidas de fondo, que permitieron reducir el déficit. Entre ellas, se anuló la concesión para recolectar la basura, que generó una deuda tremenda.

¿Cambió la política?

Se dejó de lado la idea de que la solución pasaba por disminuir los salarios y echar personal. Se debía mejorar la eficiencia, recaudar más y suprimir concesiones y gastos improductivos. El SOYEM demostró que el Estado también puede ser eficiente.

¿Cómo ve el futuro?

No debemos dejar caer el municipio; hay que optimizar sus tareas. Hay muchas cosas para solucionar: en primer lugar, se debe revertir el problema de la falta de vivienda para las clases más humildes. Icare tiene un buen equipo pero no creo que todos tiren del mismo lado del carro. Yo pienso que mientras esté Icare, vamos por buen camino, pero si el "Beto" se va... no sé qué puede pasar.

 

TONCEK ARKO

bariloche@rionegro.com.ar

 
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