Debiera ser esta una nota del asombro. Pero, claro, la Argentina es un país empecinado en arrebatarle a uno la capacidad de pasmarse.
Qué otra cosa cabía esperar del ejercicio de simulación de un accidente aéreo en el aeropuerto Chapelco, realizado el martes con notable realismo, y del que participaron más de 100 personas y una veintena de móviles.
Fue una inestimable experiencia, cuya principal virtud consistió en no haber escondido nada. Esa actitud y la enorme voluntad y profesionalismo de los que actuaron, quizá salven vidas en el futuro.
Pero de momento, cuando se trata de pensar en los recursos inmediatos y en las inercias propias del aparato burocrático, el operativo confirmó cuán lejos se está de lo imprescindible, de lo que mandan los protocolos, de lo que exige el sentido común.
Lo inquietante, como se apuntó, es que aquello que debería sorprender por ser un despropósito, se naturaliza como habitual y corriente.
¿Debería asombrar que simples pero vitales equipos de radio no funcionasen como se espera de ellos en el siglo de la nanorobótica, si los aviones operan sin radar, y una ministra acusa a los controladores de promover un accidente aéreo sólo para salir en los diarios?
¿Debería asombrar que el personal médico, de enfermería y rescatistas asignados al simulacro haya sido insuficiente, si en el hospital de San Martín festejan el anuncio del nombramiento de una nueva enfermera como si fuese un papado?
Y mejor que los "sobrevivientes" del simulado desastre no necesiten de atención en el servicio de salud mental del Ramón Carrillo, porque tendrían que esperar un año para que les den turno.
¿Debería sorprender que se hayan echado en falta los equipos de oxígeno para atender la supuesta urgencia, si en esta provincia se suelen inaugurar salitas de atención de la salud sin personal ni mobiliario?
Y mejor que los accidentados no necesiten sangre en tropel. Porque banco de sangre, no hay.
A estas alturas, alguien estará reprochando a esta columna el mezclar por antojo diversas jurisdicciones y responsabilidades, a saber: la seguridad aérea es federal; el aeropuerto es provincial, administrado por los municipios y las cámaras empresarias; las organizaciones de seguridad y rescate son nacionales, provinciales, municipales (por defensa civil) o instituciones civiles sin fines de lucro (por bomberos).
Bien, repárese en el dato de que los accidentados, sangrantes y desesperados, no suelen preguntar a qué jurisdicción corresponde proveer el oxígeno, a cuál las radios, a quién los enfermeros y médicos...
Además, algunos de los aspectos que cabe esperar para un desastre aéreo bien caben para un, infortunadamente, más frecuente accidente de tránsito.
¿Cuál es la capacidad operativa para enfrentar una colisión de dos micros de pasajeros de larga distancia? Un impacto entre esos vehículos podría significar 80 heridos. Nótese que en el simulacro del aeropuerto claramente faltó gente para actuar en las tareas de rescate y contención de víctimas, y la hipótesis se basaba en 40 heridos... Y las condiciones de la región son, en sí, factores de riesgo: rutas sinuosas, pronunciadas cuestas, hielo, nieve...
En fin, se ha simulado un accidente y ha sido cosa buena. Porque ahora no habrá excusas para no hacer lo que se debe.
Si "Cromañón" ha tenido algún valor para oponer a su inmensa tragedia, no es que ha fagocitado a un jefe de Gobierno por único escarmiento, sino que en adelante nadie podrá decir: "yo no sabía. A mi no me corresponde..."
FERNANDO BRAVO
rionegro@smandes.com.ar
