Fiestas patrias y tradición son casi inseparables en la Argentina. Si dice 25 de Mayo imagina locro o pastelitos, o pan casero, o un buen asado, imagina alguien vestido de época y bailando un pericón.

Nadie piensa en el 25 de Mayo o en el 9 de Julio sin imaginar un desfile "cívico-militar", como suelen decir los partes oficiales, nadie los imagina de un color diferente al celeste y al blanco.

Es que las fiestas patrias son también eso, sinónimos de comidas, donde mandan las empanadas, el locro, tan modernizado que por estos días se vende por porción, cuando en otros tiempos se vendía por olla. Pero vaya uno a saber por qué, la gran mayoría no elige este plato en particular durante todo el año y sí lo hace para alguna fiesta patria.

"Es que tiene otro sabor comer locro el 25 de Mayo", me dijo alguien. Y le pregunté por qué. "Porque es 25 de Mayo", me respondió.

Que si tiene tripa gorda, que si no tiene, que si está picante o no que una cosa o la otra, lo cierto es que algo simbólico debe haber en cada casa para la celebración.

Pero en realidad nadie dice salud por la patria, ni por ser 25 de Mayo hay brindis por la patria, eso no se usa. Son menos aún los que van a los actos y tal vez más los que visitan alguna jineteada para hacer algo distinto.

Y uno se pregunta si la patria juega en estos días un rol diferente o sólo son las comidas las que se diferencian al resto del año. Y todos hablan de lo que se comía, pero pocos lo conocen.

Cuántos probaron mazamorra alguna vez, esa que se hace con maíz blanco y azúcar, deliciosa cuando éramos niños y que nunca más volvimos a degustar. Tan deliciosa como los bollitos con dulce de leche y los pastelitos bañados con almíbar y rellenos con dulce de batata o membrillo. Cuántos conocen los tamales, tan mencionados en los libros de historia.

Lo que no podíamos ni ver era la leche con chocolate servida de grandes ollas, porque apenas la servían se le formaba la nata o lo que decíamos "cuerito". Todo servido en tazas enlozadas que apenas compradas se saltaban con los golpes que les dábamos.

Lo que aquí se llama torta frita en el norte se llama frito, pero es diferente, se hace con los restos de la masa casera que se usa para las empanadas o los pastelitos, pero se fríen en la misma grasa o aceite que se utiliza para esa comida. Algunos los bañan con almíbar y son una delicia.

El escenario del 25 de mayo se completa con un patriotismo más que superficial. Es apenas la comida, una que otra escarapela, una visita a destrezas típicas. Visto en frío, no necesariamente tienen que ver con la patria porque la escarapela no suple patriotismos ausentes, ni menos aún la comida que se puede elaborar en cualquier época del año.

Pero vale, aunque sea simbólico, que por lo menos con estas pequeñas cosas se represente una fiesta patria que seguro significa mucho más.

Me pregunto si un país es una empanada, si lo es un pastelito, me pregunto si bailar un pericón nos permitirá sentir la patria de otro modo. Y creo que no, en todo caso son símbolos instalados desde siempre que en fechas como estas están presentes.

Y como dije, no tengo por qué desacreditarlos, sólo que la patria es un poco más que eso, la patria si se quiere es un afecto profundo de esos que se llevan silenciosos y se cuidan a diario, en el trabajo, en la escuela, en la vida misma.

JORGE VERGARA

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