Romario buscaba lo que Pelé había encontrado hacía 37 años y ocho meses: el gol 1.000.

Al igual que O'Rei, el Chapulín lo encontró de penal, aunque a unos pocos kilómetros del lugar donde en 1969, el '10' del Santos derrotaba desde los 12 pasos a Andrada, el '1' del Vasco da Gama.

A diferencia de Edson Arantes Do Nascimento, que llegó al millar de conquistas en el Maracaná de Río de Janeiro, Romario de Souza Faria lo hizo en el Sao Januario y con la camiseta del Vasco.

Romario moría por lograrlo en el Maracaná, para que no hubiera diferencias con Pelé, al que hoy respeta, pero que en 1998 llegó a decir de él: "Dios bendijo los pies de ese ciudadano, pero se olvidó del resto, y principalmente de la boca, porque cuando habla sólo salen tonterías". El domingo, ya con sus 1000 goles a cuestas, Romario apeló a la diplomacia de ocasión: "Esa marca sólo un jugador la ha logrado. Y fue el más grande de todos. Yo soy el segundo. Me siento orgulloso y honrado", refiriéndose a Pelé.

Uno y otro son el revés de la trama. Si Pelé fue siempre políticamente correcto, Romario pateó cada tablero que se le cruzó en su fantástica carrera futbolística.

Y ser políticamente correcto cotiza bien. A diferencia de Romario, nunca nadie dudó de los 1000 de Pelé, a pesar de que los convirtió en bastante menos tiempo que Romario. Según la FIFA, los goles de Chapulín son 929, pero ¿a quién le importa?

Porque no se trata de la cifra. Se trata del fútbol que es capaz de jugar, de la gambeta corta, de la aceleración en el momento indicado y de la definición con la punta de su pie.

Se trata, en fin, del fútbol para los ojos. Y si al tipo se le ocurrió agregar a la cuenta los goles que hizo en alguna playa de Río, acá hay un par de brazos para la celebración.

JUAN MOCCIARO

jmocciaro@rionegro.com.ar