EZEQUIEL FERNANDEZ MOORES

La muerte del coronel (retirado) Antonio Rodríguez, este lunes a los 81 años de edad, refleja el escaso interés que suscitó y sigue suscitando el deporte olímpico en Argentina.

Se supone que Rodríguez fue acaso el segundo dirigente más influyente, detrás de Julio Grondona, en la escena del deporte argentino de los últimos treinta años. Sin embargo, su muerte ocupó hoy espacios pequeños en la prensa y fue casi ignorada en la TV de Buenos Aires.

El coronel, si bien ex atleta olímpico y por entonces dirigente, asumió como presidente del Comité Olímpico Argentino (COA) en 1977, a poco de instalada la dictadura militar y luego de una maniobra que él llamó "democrática votación", una visión generosa para explicar su desembarco en ese puesto.

Eso no debió llamar la atención. Eran tiempos en los que la bota militar pisaba por todos lados y era bien recibida en otros, como en el deporte olímpico, porque se suponía que un uniforme serviría de "abrepuertas" a la hora de gestionar presupuestos y favores.

Pero lo que sí resultó llamativo fue que Rodríguez lograra permanecer en ese cargo hasta el año pasado, es decir, hasta veintidós años después de concluída la dictadura. Sólo una vez en sus enésimas reelecciones, la democracia quiso restablecer las cosas e impulsó en 1985 un nombre opositor (el del ex dirigente de tenis Horacio Billoch Caride).

Pero la corporación olímpica, que sí había aceptado de buen grado la intromisión en la dictadura, no toleró que la política se inmiscuyera en el deporte y votó por la permanencia del coronel.

Allí quedó al desnudo un sistema de votación que permite la eternización en sus puestos de presidentes de Federaciones que se votan unos a otros, reparten viajes y distribuyen dineros, un aspecto éste último atenuado desde que la Secretaría de Deportes ordenó que las becas fueran directamente al bolsillo de los deportistas y no de los dirigentes.

Por supuesto que resulta injusto incluir en una misma bolsa a numerosos dirigentes del deporte amateur o semiamateur que se interesan por lo que muy pocos se interesan en Argentina, excepto cuando llegan Juegos Olímpicos o Panamericanos, como los que comenzarán en poco tiempo más en Río de Janeiro.

Y por supuesto también que Rodríguez, entre sus numerosas limitaciones y desaciertos, también mostró al menos interés permanente en el deporte olímpico. No como otros que sólo buscaron destronar a Rodríguez cuando el ex presidente Carlos Menem postuló a Buenos Aires como sede de los Juegos Olímpicos de 2004, que finalmente fueron asignados a Atenas.

Los oportunistas no se interesaron allí por el deporte olímpico. Simplemente, les interesaba el negocio.