BUENOS AIRES.- El clima de los años 30 en una Berlín decadente en la que se perfilaba la ascención del nazismo al poder, es el que se intenta reconstruir con la puesta local de "Cabaret", con la actuación protagónica de Alejandra Radano y la dirección general de Ariel Del Mastro.

La sala del teatro Astral, redecorada con mesitas y coquetos veladores en reemplazo de la tradicional platea, se complementa con una escenografía que evocaba el ambiente del cabaret berlinés Kit-Kat-Klub.

La obra creada por John Kander, Fred Ebb y Joe Masteroff, llevada a la pantalla grande en una inolvidable versión que tuvo a Liza Minelli como protagonista, plantea dos momento definidos. En la etapa inicial se reflejan los años locos donde la eufórica alegría, rayana en el descontrol, desconoce los peligros que se avecinan y actúa como un soporífero que oculta la profunda crisis económica y el incipiente crecimiento del nazismo. En el segundo acto se desencadena el drama, ya con Hitler en el poder. Las luces brillantes se opacan, las risas se transforman en muecas y la vida de todos se altera de manera irreversible.

En esa realidad, Cliffird Bradshaw, un escritor norteamericano interpretado por Marcelo Trepat, arriba a la ca

pital alemana en busca de inspiración para su futura novela. Desde ese momento se cruzan en su vida un dudoso contrabandista (Diego Mariani), quien lo introduce en el submundo berlinés donde se encuentra con Sally (Alejandra Radano), una cantante del Kit-Kat-Klub, que ya no se va a apartar de su vida. Juntos viven en la pensión de Fraulein Schneider, una madura solterona que encuentra la amistad y el amor en un judío alemán, Herr Schültz, otro de sus pensionistas.

La vida de Cliff y Sally, tan diferentes que su relación solo podría entenderse en ese contexto, pasa por una serie de avatares pero ambos encuentran en el otro el consuelo de sus vidas más cerca del fracaso que de los logros. Acompañando desde el comienzo todo el desarrollo dramático, Emcee (Alejandro Parker), el presentador del Kit-Kat-Klub, establece un lazo con el público, anticipando las escenas, acompañándolas o comentándolas una vez ocurridas. En el segundo acto se desencadena el drama cuando caen las caretas con el nazismo en el poder y la realidad golpea con dureza.

Sin duda, luego del impacto que ha dejado la versión cinematográfica,la mayor virtud de esta propuesta es buscar su propio lenguaje, sin caer en ningún intento de imitación. (Télam)