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Martes 15 de Mayo de 2007
 
Edicion impresa pag. 20 y 21 >
Jóvenes y libros de ciencias

En gran científico inglés contó en nota autobiográfica cosas interesantes sobre su formación escolar. Refería, por ejemplo, que la ciencia que aprendió en sus años tiernos vino en particular de dos fuentes diferentes a la escuela: los libros y los museos. La enorme ventaja de esos dos medios es que un niño acude a ellos libremente, no por compulsión. Comentaba que casi todos los jóvenes que se ven en bibliotecas públicas o en museos parecen pasarlo bien. Así que su primera recomendación para la gente encargada de la enseñanza de la ciencia era directa: más dinero para libros, bibliotecas y museos. Y cerraba: "Las bibliotecas públicas y los museos deben ser tan comunes como las escuelas. Así podríamos tener, junto a la instrucción regular en las aulas, una alternativa para los niños. Ellos aprenden mejor sobre los pies que sobre las posaderas".

En estas últimas semanas tuve un par de experiencias relacionadas con la "Feria del Libro 2007" que me llevaron a esas reflexiones. La primera provino de fotos en los diarios que mostraban bandadas de maestras responsables de bibliotecas escolares y públicas del interior del país, caras felices y alborozadas por apretar entre sus brazos pilas de libros que compraron en la Feria gracias a un plan de subsidios federales que les permitieron venir a Buenos Aires para renovar ficheros y anaqueles. La segunda experiencia, relacionada con la anterior pero específica, fue la de asistir en la propia feria al anuncio por parte de Eudeba de la segunda etapa de la colección "Ciencia Joven", con 19 títulos que se agregan a los 21 ya editados. Esta colección de libros breves, que apunta especialmente a niños y jóvenes, aborda problemas científicos (por ejemplo: "¿Querés saber qué es el cielo?", o las proteínas o los minerales o el anteojo de Galileo...) que son expuestos como para una lectura amena y motivadora, actualizada y ágil, para despertar el interés de lectores muy jóvenes que se sientan atraídos por cosas que la ciencia es capaz de explicarles.

En la Feria del Libro pudimos también asistir, dentro del marco masivo de estos eventos, a un acontecimiento especial: la entrega de premios del Concurso Nacional de Ciencia que organizaron el Ministerio de Educación, la Universidad de Buenos Aires y Eudeba con vistas a libros presentados por científicos, especialistas y docentes universitarios para avivar el interés de profesores y estudiantes avanzados del Nivel Medio. Un trabajo riguroso de jurados permitió elegir excelentes contribuciones en ciencias exactas y naturales y en disciplinas humanísticas en número tal como para alentar esperanzas en contribuciones sostenidas a la calidad de la enseñanza media. Se trataría de un aporte estratégico. Es una convicción general el hecho de que sufrimos en el país una crisis particularmente grave en el nivel del secundario y ello tiene que ver aparte de factores psicosociales evidentes con el descenso del interés de lo que se enseña y el sentimiento negativo de los educandos en relación a beneficios de lo que reciben. Por otro lado, en cuanto a réditos de este tipo de concursos, pudo anotarse uno particularmente importante, que señaló un distinguido miembro del jurado: que ofrecen oportunidad a los científicos más "duros" cuyos trabajos de investigación normalmente son artículos cortos en publicaciones de la especialidad para que siembren sus conocimientos y se involucren en una línea de elaboración de libros que son difundidos sirviendo a propósitos de calidad educativa y penetración de la ciencia en la sociedad.

 

¿Renace Eudeba?

 

Hubo, además, buenas noticias sobre la evolución de la Editorial Universitaria de Buenos Aires en los últimos tiempos. Nos enteramos en esta jornada que parece encaminada al éxito en cuanto a producción y exportación de libros, particularmente a países latinoamericanos. Se mencionaron allí volúmenes crecientes de ejemplares editados y cifras significativas por ventas en el exterior. Lo que oímos de México y su adquisición de libros por valor de unos 250.000 dólares en el último año es una referencia elocuente.

Alguien expresó su opinión de que la institución parecía estar proponiéndose una línea similar a la que sus creadores le impusieron en los '60, con inteligencia y creatividad. Para imaginar cómo podría concretarse esta esperanza habría que evocar con amplitud aquella época en que se dio un enorme empuje a la edición de libros universitarios y llegó a ser la editorial de carácter científico más importante en lengua española. No sólo producía libros por primera vez se hicieron tiradas de hasta 100.000 ejemplares que eran ávidamente absorbidas por el mercado local y el latinoamericano sino que los difundía con estímulos apropiados (precios accesibles, stands en las facultades del país, quioscos propios en la Capital, promoción intensa en librerías y distribuidoras, ediciones populares, etc.), como para que el público tendiera a comprarlos y los alumnos a preferirlos sobre los "apuntes". Todavía más, hasta aplicaba mecanismos selectivos de "ediciones previas" para ciertas categorías, distribuyendo ejemplares entre expertos antes de la edición final a fin de recoger críticas y correcciones.

Naturalmente, no sería posible reproducir un fenómeno como el de aquel decenio 1957-1966, sobre todo por el hecho de que lo que se hizo entonces en Eudeba era un complemento, las letras de molde para el público de un proyecto universitario coherente, e integraba un programa de desarrollo de la ciencia con pocos parangones en la historia del país. Por otra parte, a cuarenta años de aquella sinergia de voluntades y talentos y ante circunstancias políticas, económicas y tecnológicas tan diferentes, sería utópico soñar con algo idéntico. Pero de todos modos es necesario reconocer que parecen haberse abierto, luego de una larga serie de intervenciones autoritarias y administraciones empobrecedoras, buenas perspectivas de un nuevo sendero exitoso.

 

HECTOR CIAPUSCIO (*)

Especial para "Río Negro"

(*) Doctor en Filosofía

 
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