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Martes 15 de Mayo de 2007
 
Edicion impresa pag. 20 y 21 >
Otra democracia es posible

Frente a los grandes problemas que generó la globalización, definidos en palabras del ex secretario General de las Naciones Unidas, Koffi Annan, como una economía mundial injusta, desorden mundial y un generalizado desprecio por los derechos humanos y el imperio de la ley, pareciera que la democracia como sistema, estilo de vida o ejercicio del poder mantiene su vigencia. En esta reconstrucción y en este nuevo escenario mundial, habría que preguntarse: ¿cómo se lleva a la práctica?

La esencia de la democracia es la diversidad; es a través del discurso, la oportunidad que tiene el individuo de expresarse y buscar el consenso dentro de la pluralidad. En el siglo pasado y como reflexión frente a los horrores de la Segunda Guerra, Hannah Arendt consideraba la acción como "la actividad que se da entre los hombres sin la mediación de cosas o materia"... También expresaba que, para el mejor ejercicio de la acción, se debían institucionalizar espacios públicos que permitieran visibilizar a través de esas expresiones al individuo, su participación y, consecuentemente, el fortalecimiento de la opinión ciudadana.

En este incipiente siglo, se observa que las democracias con tinte sólo electoralista han fracasado. Paralelamente a las cumbres internacionales sobre diversas cuestiones que afectan a la humanidad, se ha producido la reacción de la multitud a través de su organización en los llamados foros sociales, exigiendo su participación en las decisiones gubernamentales.

En el ámbito regional latinoamericano, se escucharon las opiniones a través del proyecto que fuera promovido por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y se presentara recientemente en la ciudad de Lima bajo el título "Informe sobre la democracia en América Latina".

Del debate, dirigido por el ex canciller argentino Dante Caputo, participaron politólogos de la región. Luego de analizar los esfuerzos civiles para consolidar el sistema democrático, pasadas las dictaduras latinoamericanas de la década del '70, se fijó como objetivo superar sus deficiencias identificadas en la creciente desigualdad y pobreza, a fin de consolidar y fortalecer "una democracia de ciudadanas y ciudadanos en los países de América Latina". Así, se habla de pasar de la tradicional "democracia electoral" a la "democracia de la ciudadanía".

También los economistas, ante el desastre de las teorías neoliberales aplicadas en la década pasada, han querido expresarse. Sus opiniones estarían hoy divididas en dos tesis: mientras unos afirman que la "democracia es una consecuencia del desarrollo económico". Otros, en postura opuesta, retoman las definiciones de Arendt, reconstruyendo el contenido participativo.

Con este lineamiento, estuvo en Argentina el economista italiano Stefano Zamagni, quien al disertar sobre "Un modelo de democracia para el desarrollo y la cultura", partiendo de la premisa "sin democracia no hay desarrollo", considera que la democracia pertenece al campo de la libertad, siendo ambos valores derechos humanos esenciales.

Se podría afirmar que renombra el concepto "participativo" de Arendt como "democracia deliberativa " y aumenta su contenido. Aquí está lo novedoso o quizás una vuelta a las fuentes, al análisis semántico de las palabras, ya que "deliberativo" no es sólo discutir sino que para Zamagni tiene un alcance mayor que le ha sido vedado: el término "deliberativo" implica participación activa en la toma de decisiones.

Considerando que lo global está siempre unido a lo local, la pregunta es: ¿cómo se puede lograr este objetivo en las políticas públicas nacionales, en este año electoralista, cuando los dirigentes están más preocupados por la cantidad de votos que por la calidad de las instituciones?

La arquitectura del nuevo modelo democrático debería significar, en principio, un cambio en el pensamiento de los políticos, quienes hasta hoy se consideran dueños de las decisiones, por un manejo autoritario del poder obtenido en las urnas. En este nuevo marco los partidos no sólo tienen que explicar las razones y efectos de sus propuestas sino que, a partir de este cambio de visión, se comprenderá que sólo se generarán transformaciones sociales cuando se acepte la transversalización del ciudadano en todos los estamentos de la gobernabilidad democrática, implementando en cada organismo las estructuras necesarias que permitan recrear los lazos de confianza entre poder y sociedad.

 

SILVIA CONTRAFATTO (*)

Especial para "Río Negro"

(*) Miembro de la Asociación Americana de Juristas

 
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