En Argentina como en el resto del mundo, el fútbol suele ser el mejor refugio para lo peor de nosotros. Pero también, paradójicamente, suele serlo de lo mejor. El domingo, una camiseta de la selección argentina con la '11' y 'Tevez' escrito arriba era sostenida por dos ingleses a quienes no les importó nada que su país y el de su héroe del césped no se quieran nada. Ellos quieren a Tevez y ya.
Carlitos fue el artífice de la salvación del West Ham United. En Old Trafford, el teatro de los sueños del Manchester United, levantó una pared con su compañero Boby Zamora -quizás el jugador que mejor sintonizó con el argentino-, y convirtió el gol que dejó a los 'Hammers' en la Premier League, la A del fútbol inglés.
Unos días antes, el varias veces centenario diario londinense The Times le dedicó una extensa entrevista al ex delantero de Boca. Fue allí donde los británicos supieron qué se siente tener nueve años y vivir en los monoblocks del barrio Ejército de los Andes, antes conocido como Fuerte Apache, unos kilómetros del lado de afuera de la Capital Federal. "Miedo. Mucho miedo". Eso dijo que sentía Tevez cada noche, que eran casi todas las de su niñez, cuando escuchaba disparos y gritos.
Tevez aprendió -si es que a jugar al fútbol se aprende- todo lo que hace con la pelota en el cemento de los playones de su barrio de miedo y ahí está ahora, enseñándoles a 76.000 ingleses cómodamente sentados -si es que a jugar al fútbol se enseña- lo que es no tenerle miedo a nada ni a nadie si uno aprendió a jugar en los playones de Fuerte Apache.
Tevez fue capaz de generar amor allí donde suele haber odio. Lo hizo en Brasil, donde llevó al Corinthians a la gloria y aún lo extrañan. Y lo hizo en Inglaterra, en el club del barrio más pobre de Londres. Así en la vida como en el fútbol...
JUAN MOCCIARO
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