Por primera vez en muchos años, la elección de gobernador y vice en Río Negro se realizará en condiciones de polarización del electorado.
Esta vez, el radicalismo la alianza que lidera, en el gobierno desde hace 24 años no logró dividir a la oposición.
Y el justicialismo el partido que le sigue en caudal de votos no sólo llega bastante unido sino que sumó al Frente Grande y a otras fuerzas políticas vecinales y provinciales y a varios movimientos sociales. El ARI, el Partido Humanista y los cuatro partidos de izquierda que presentan candidatos no parecen por el momento haber concitado un interés masivo del electorado, por lo cual la puja por la gobernación se estrecha en una pulseada "mano a mano".
El dato, que entusiasma a los seguidores de Miguel Pichetto y Julio Arriaga, tiene al radicalismo preocupado y poniendo mucho énfasis en la agresión hacia los adversarios y en el uso de los recursos del Estado. Precisamente esos dos elementos han teñido el clima en estas últimas semanas.
Pero lo inédito de la polarización presente complica las proyecciones. Sumada a la existencia de una verdadera "guerra de encuestas", deriva en que resulta difícil confiar en todos los sondeos y esto incrementa el nivel de incertidumbre hasta el punto de que nadie sabe a ciencia cierta qué sucederá el domingo próximo cuando se abran las urnas.
El Frente para la Victoria exhibe en su favor el triunfo que obtuvo en la provincia hace dos años cuando se eligieron diputados nacionales. Menciona que, aun cuando había más dispersión que ahora en las candidaturas, en aquel momento se registró un voto de rechazo al radicalismo que lo hace confiar en que esa diferencia será mayor aún ahora.
El ejemplo que prefieren es el de Bariloche: en 2003 cuando se eligió intendente, Icare obtuvo 16.000 votos, mientras que Saiz que iba en la misma lista pero a nivel provincial obtuvo allí 11.000 votos, es decir que 5.000 personas cortaron la boleta para no votarlo. "Nada hace suponer que ese rechazo al radicalismo provincial haya cambiado en Bariloche", afirman. A esto le suman el resto de las ciudades y pueblos en los que confían llevar la delantera.
En el radicalismo, en cambio, dicen que ganan aunque sólo exhiben con soltura la ventaja que dan por segura en Viedma. Lo demás son encuestas, sondeos, impresiones sin mayores detalles, ni siquiera cuando señalan su confianza en la misma ciudad andina que le dio la espalda en 2005 y 2006.
Por primera vez, también, han eludido la estrategia de los grandes actos y movilizaciones. El Frente para la Victoria los ha hecho, aunque sin que acapararan el eje de su accionar, ya que los intercaló con conferencias sectoriales destinadas a dar a conocer sus propuestas y a mostrar respaldos de funcionarios nacionales o de provincias vecinas.
Principalmente, la campaña electoral en Río Negro ha estado marcada por un uso peculiar de las palabras y los gestos.
Prevalecieron las frases cargadas de agresividad, de descrédito al adversario, tanto que han quedado relegados a un segundo lugar las propuestas de gobierno, las ideas y los valores ciudadanos que al menos en los discursos deberían ser los ejes de toda contienda política.
La "artillería verbal" es siempre parte de la lucha electoral. Pero la violencia elegida por algunas segundas líneas ha resultado notable, sobre todo en quienes nada aportan con ideas.
No faltaron tampoco las frases huecas al estilo de "creo que va a ganar Fulano porque me gusta", un estilo tan insustancial como el de la violencia a los fines del esclarecimiento sobre el manejo de la cosa pública.
La negativa del gobernador Miguel Saiz a acceder al debate televisivo que impulsó el candidato del Frente para la Victoria, Miguel Pichetto, clausuró las posibilidades de confrontar estilos y proyectos y convirtió a la campaña en un juego de dardos lanzados al aire desde cómodas casamatas, con el público como espectador.
En nada ayudó ese esquema para reducir la distancia que cada vez más separa a los dirigentes de los ciudadanos, a quienes la "rosca" partidaria y el clientelismo pretenden restar protagonismo y reducir al mero rol de "votantes".
Siendo quien desde hace cuatro años conduce el destino de los rionegrinos, la actitud de Saiz de rehuir el debate aparece reñida con la responsabilidad y la transparencia que alienta un sistema republicano.
Sobre todo, cuando prácticamente no ha hecho campaña partidaria, sino que desde hace meses insiste en utilizar los recursos del Estado como único modo de promover su imagen de candidato a la reelección. El radicalismo y sus aliados defraudan con esa metodología sus propios slogans y ningún fiscal ha considerado reprochable semejante desmanejo.
¿Qué hacía el legislador por Viedma Bautista Mendioroz en la inauguración de un centro de salud barrial en Bariloche si no campaña partidaria en abuso de su investidura?
Es tal el exceso en el uso proselitista de los fondos y estructuras del Estado prohibido expresamente por la ley provincial 3.550 de Etica Pública en su artículo 19 inciso g que hasta se inaugura lo que todavía no está terminado, como el acueducto a Playas Doradas. Todavía le faltan piezas clave para cumplir su finalidad, por lo cuál ésta se redujo a una foto de candidatos.
El frentista Pedro Pesatti puso en evidencia que también fue una "puesta en escena" la conferencia de prensa que convocaron días atrás el intendente de Viedma, Jorge Ferreyra, y el ministro de Hacienda, Pablo Verani, para firmar un convenio sin sustento fáctico. Y en Valle Medio se negó también que se haya creado una unidad de terapia intensiva en el hospital, lugar en el que sólo hay un escritorio y algunas sillas.
Afortunadamente, la campaña, si no buena, ha sido corta. Y en pocos días se sabrá quién ha logrado construir el consenso más amplio y quién se encontrará en diciembre con la responsabilidad de administrar una provincia que tiene una pesada deuda y muchas asignaturas pendientes.
ALICIA MILLER
amiller@rionegro.com.ar