Cuenta Pablo que, a los 17 años y tras haber ganado una competencia de salsa en Brasil, uno de los bailarines le pidió: "Che, argentino, bailate un tango...". Y él tuvo que contestar: "No sé". Todos se largaron a reír. "Y un bailarín brasilero me dice: 'Venís a nuestra tierra, nos ganas con nuestra danza y no sabés bailar tango... Eso es malísimo'. Me mató. Después fui a un restaurante de un amigo en Chile y lo mismo: me piden que baile un tango, y nada. Entonces, una vez que fui a Buenos Aires, mientras estaba entrenando, se me acerca una chica y me dice: '¿me enseñas unos pasitos de salsa?'. Y como ella bailaba tango, me comprometió a ir a una clase de tango. Le dije que sólo quería aprender lo básico, nada más. Y ella me queda mirando, se sonríe y me dice: Vos no entendés nada, una vez que empezás a bailar tango, no lo dejás". |